HISTORIA DEL PERIODISMO EN VENEZUELA
Tomado de FUNDACION POLAR
Siglo XIX
En el territorio de la actual Venezuela el periodismo se inicia en una forma continua con la publicación del primer número de la Gaceta de Caracas el 24 de octubre de 1808, bajo los auspicios y el control de las autoridades de la gobernación y capitanía general. Mucho antes de la llegada oficial de la imprenta a Caracas en 1808, se sabe de la existencia en esta ciudad y en la provincia de pequeñas imprentas de goma, llamadas «imprentas de camino» y de la aparición de pasquines manuscritos de carácter informativo en los que se vislumbra un germen periodístico, pero que no tenían el carácter de periódicos. En 1789 se crea el Correo de la Trinidad Española, (Courier [sic] de la Trinité Espagnole), publicación periódica bilingüe (español-francés) que podría considerarse la primera en la historia venezolana, ya que entonces, y hasta 1797, la isla de Trinidad dependía de las autoridades de Caracas, dentro del imperio español; ese periódico contaba 4 páginas y circulaba quincenalmente. Importante por su significación, lo es también por haber obtenido los permisos debido a su ubicación geográfica y a razones de índole política y social, todas derivadas del movimiento comercial que la isla tenía y a la existencia en ella de una numerosa colonia extranjera. Los sucesos que conmovían a Francia a partir de 1789, como consecuencia de la revolución, y la censura de información que se suscitó inmediatamente, ocasionaron la clausura del periódico y la expulsión de su director-redactor, el colono irlandés John F. Willcox. En 1797 se proclama en Venezuela la disposición oficial que prohibía la tenencia, importación, lectura y comentario de publicaciones, libros, folletos, hojas sueltas, impresas, y también manuscritos, no autorizados por el gobierno peninsular; por lo cual hubo castigos para los que incurrían en el delito y recompensas para los delatores. Todo ello contribuyó a que no fueran escuchadas las peticiones relacionadas con la traída de una imprenta y el permiso para hacer publicaciones en Caracas. Sin embargo, se habló de un «manifiesto subversivo» impreso en prensa portátil o «imprenta de camino» que fue denunciado por las autoridades competentes de la época en los informes a sus superiores en la Península.
La llegada oficial de la imprenta a Venezuela estuvo precedida por una serie de gestiones que algunas instituciones de Caracas, convencidas de la importancia que las prensas tenían para la vida de la colonia, realizaron ante el Gobierno español solicitando el permiso correspondiente. El 11 de diciembre de 1790, el Colegio de Abogados de Caracas hizo una petición formal para traer una prensa de la Península, petición que llevaba la firma de los letrados Miguel José Sanz y Francisco Espejo entre otros, y que fue negada porque las autoridades no consideraron los tiempos propicios para traer al país un instrumento tan peligroso. Sin embargo, en 1793, se nombraba una comisión para el estudio del asunto desde el punto de vista de lo económico, con la esperanza de probar que una tipografía podría rendir beneficios comerciales. Dicha comisión estaba integrada por los abogados José Domingo Cano, Miguel José Sanz y Carlos Garay. El 18 de febrero de 1800, Nicolás Rodríguez del Toro (en nombre del Real Consulado de Caracas) solicita del ministro de Hacienda de España el permiso para que el Consulado pudiese traer una imprenta a Venezuela. El monarca niega la solicitud debido a los tiempos turbulentos que vive la colonia y a recientes acontecimientos como la Rebelión de José Leonardo Chirino (1795) y la Conspiración de Gual y España (1797). Aunque evidentemente en forma clandestina, como parte de su acción revolucionaria, debe señalarse la presencia de la imprenta a bordo de los buques de Francisco de Miranda, en especial el Leander, durante su expedición libertadora de 1806. De ella salieron varias proclamas dirigidas a los españoles-americanos (venezolanos) pero no periódicos. La imprenta de Miranda no llegó a ser instalada en tierra y después del fracaso de la expedición, la llevó a la isla de Trinidad, donde fue vendida al impresor británico Matthew Gallagher, ya instalado y activo allí desde años antes.
En 1808, a raíz de la invasión de España por Napoleón Bonaparte y la presión de los mantuanos caraqueños para formar una junta, el capitán general interino Juan de Casas toma la iniciativa de traer una imprenta para contrarrestar la propaganda subversiva. La imprenta se convierte en un arma política y una imperiosa necesidad para los gobernantes. En 1808 se establecieron en Caracas los ingleses Matthew Gallager y James Lamb, los primeros tipógrafos que registra la historia venezolana, en cuya prensa, traída por ellos de Trinidad, se publica el primer periódico, la Gaceta de Caracas, que vio la luz el 24 de octubre de 1808. Tener imprenta era ya un privilegio, aunque en comparación con otros países, Venezuela la recibió con gran retraso; la imprenta había llegado a México en 1539 y para 1800, ya había 21 órganos de prensa en Estados Unidos. La Gaceta de Caracas, creada especialmente para la difusión de las noticias e ideas favorables al gobierno de turno, vivió los azarosos cambios que, desde ese momento hasta la total independencia, se suscitaron en el panorama político venezolano; en sus diversos avatares realistas y republicanos, y con algunas interrupciones, se publicó hasta enero de 1822; hasta 1814 su nombre se escribió Gazeta de Caracas, pero desde febrero de 1815 se cambió por Gaceta de Caracas. Las fuentes más enteradas nos advierten que Andrés Bello fue un redactor casi permanente de la Gazeta antes que pasara a denominarse Gaceta de Caracas. Pudiéramos entonces afirmar que Andrés Bello fue el primer periodista venezolano que recoge como tal la historia en sentido eminentemente cronológico. Al respecto, José Ratto Ciarlo, citando otras investigaciones, nos indicará que «don Andrés Bello fue quien inauguró la honrosa profesión de periodista, una nueva deuda tenemos para con él, quien duró en sus funciones hasta el mes de abril o quizás hasta junio de 1810, cuando saldrá para Londres como secretario de la embajada integrada por Simón Bolívar y Luis López Méndez». A partir de abril de 1810 la Gazeta de Caracas tiene un cambio de orientación verdaderamente trascendente. Se inclina hacia otros rumbos de sentido libertario y así nos lo hace saber el 29 de abril de 1810: «Cuando las sociedades adquieren la libertad civil es cuando la opinión pública recobra su imperio, y los periódicos, que son el órgano de ella, adquieren la influencia que deben tener [...] La Gazeta de Caracas destinada hasta ahora a fines que no están de acuerdo con el espíritu público de los habitantes de Venezuela, va a recobrar el carácter de franqueza y de sinceridad que debe tener, para que pueda el Gobierno y el Pueblo lograr con ella los benéficos designios que han producido nuestra pacífica transformación...» A otras regiones de Venezuela, la imprenta fue llegando paulatina e insistentemente durante el siglo XIX. En su introducción siguen a Caracas: Cumaná (1811), Valencia (1812), Angostura (Ciudad Bolívar) (1817), Maracaibo (1821), Puerto Cabello (1825), Guanare (1826), Barquisimeto (1833) Barcelona (1834), Barinas (1837) El Tocuyo (1840), Coro y Calabozo (1842), La Guaira y Mérida (1845), La Victoria (1849), Carúpano (1853), San Cristóbal (1855), San Carlos y La Asunción (1856), San Antonio del Táchira (1859), Trujillo (1864), Valera (1872), Petare, San Fernando de Atabapo y Carora (1875), Aragua de Barcelona (1876), Zaraza (1881), Altagracia de Orituco (1882), Tovar (1884), Rubio (1889), Ejido (1896) y Bailadores (1900), entre otras poblaciones. En la mayoría de los casos (aunque no siempre) la llegada de la imprenta era seguida por la publicación de un periódico.
El 4 de noviembre de 1810 se funda en Caracas el primer periódico no específicamente oficial con el nombre de Semanario de Caracas, iniciando así el periodismo independiente en Venezuela, con secciones política (a cargo de Miguel José Sanz) y económica (de José Domingo Díaz); duró hasta mediados de 1811. Anteriormente, de marzo a mayo de 1810, Francisco de Miranda había publicado en Londres El Colombiano, que aparecía sin el nombre del redactor, cuyas páginas quincenales se dedicaban a difundir por Hispanoamérica las ideas de la emancipación política y a hacer oposición en 2 frentes: al absolutismo napoleónico y a la monarquía española. A fines de ese mismo año, al regresar de su misión diplomática en Inglaterra, Simón Bolívar trajo una imprenta adquirida con fondos de su propio peculio, y que puso a la disposición de la naciente República. Periodista por dedicación e inclinado a utilizar las columnas periódicas como instrumento de lucha, Bolívar siempre estuvo consciente de la necesidad de la imprenta en la gesta libertadora y lo puso de manifiesto en muchas ocasiones colocando su poderoso influjo al servicio de su obra. En 1811, cuando ya está activo en Caracas desde el año anterior Juan Baillío, «el impresor de la Independencia», ven la luz 3 publicaciones periódicas: El Patriota de Venezuela, vocero e iniciativa de la Sociedad Patriótica, redactado por Vicente Salias y Antonio Muñoz Tébar, que duró apenas un año; El Mercurio Venezolano, dirigido por Francisco Isnardi, amigo de Andrés Bello (en 1809 ambos habían proyectado publicar una revista cultural, El Lucero, de la cual sólo salió el prospecto), y El Publicista de Venezuela, creado especialmente para divulgar las sesiones del Congreso Constituyente, a cargo del secretario del mismo, Francisco Isnardi. Estos últimos eran los órganos oficiales de la revolución y ninguno sobrevive a la caída de la Primera República. En 1815, en época de la cruda Guerra a Muerte, llega a Venezuela una imprenta realista, traída en la expedición del general Pablo Morillo desde España, la cual, al parecer, se perdió al volar e incendiarse el navío San Pedro Alcántara. Pero los realistas son entonces dueños de Caracas, y controlan la Gaceta de Caracas que allí se publica. En 1816, el Libertador trae una imprenta desde Haití, en la Expedición de Los Cayos, la cual cae en manos de los realistas en Ocumare de la Costa a mediados de ese año. El 27 de junio de 1818, aparece en Angostura el Correo del Orinoco, órgano fundado por orden de Bolívar a favor de la causa patriota, cuyo último número será el del 23 de marzo de 1822; esta imprenta, traída de Trinidad en 1817 y manejada principalmente por el impresor Andrés Roderick, sirvió para que las voces de la libertad pudieran leerse en ediciones especiales escritas en español, inglés y francés. En el Correo del Orinoco, como luego en otros periódicos de Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, aparecen con cierta frecuencia artículos de opinión redactados por Bolívar, quien a su labor libertadora de acción, sumó la de su pluma irónica, certera y apasionada, colaborando regularmente en los periódicos y utilizando seudónimos. En el mismo Correo del Orinoco, en su número 61 del año 1820, se anunció la salida de un vocero que se denominaría Amor a la Patria, que no pasó de ser otro intento. En 1821 llegó la imprenta a Maracaibo. Era una prensa traída desde Filadelfia hasta Angostura (hoy Ciudad Bolívar) por orden del Gobierno republicano y que debió ser llevada a Cúcuta, para servir al Congreso. La adhesión de Maracaibo a la causa republicana y la orden del general Rafael Urdaneta para retener allí esa imprenta, hicieron que Roderick, el impresor, se quedase en Maracaibo, donde gobernaba el coronel Francisco Delgado. El primer periódico publicado en esa ciudad fue El Correo Nacional, cuyo número inicial salió el 9 de junio de 1821; lo redactaba José Demetrio Lossada y más tarde lo dirigió el presbítero Mariano de Talavera y Garcés quien, en 1822, fundó el segundo periódico de esa ciudad, titulado Concordia del Zulia.
Hasta la batalla de Carabobo (1821) y la batalla naval del lago de Maracaibo (1823), los periódicos fueron principalmente armas en el combate ideológico entre los partidarios de la monarquía, como el médico José Domingo Díaz y los defensores de la causa republicana como el también médico Vicente Salias. Fueron notables las polémicas sostenidas por Díaz desde la Gaceta de Caracas realista, a partir de 1818, con los redactores del Correo del Orinoco, donde escribían Juan Germán Roscio, Francisco Antonio Zea y Simón Bolívar, entre otros. Durante los años 1821-1823, eran pocos aún los órganos del pensamiento republicano en el territorio venezolano, dentro de la Gran Colombia: la Gaceta de Caracas, desde julio de 1821 hasta su desaparición en enero de 1822 en manos de los patriotas; el Correo del Orinoco y el Correo Nacional. En 1822, se crea en Caracas el semanario Iris de Venezuela para servir de vocero oficioso a las autoridades y sustituir a la Gaceta de Caracas, que, hasta el momento, había cumplido su función divulgativa de las ideas del gobierno de turno. Ese mismo año, con los restos de la imprenta marabina de Roderick, tomados por los españoles al entrar el brigadier Francisco Tomás Morales en Maracaibo, se publicó el Posta Español de Venezuela, cuya vida se extinguió al capitular los realistas en 1823. Hasta aquí hemos ido viendo, a partir del recorrido histórico realizado, que la aparición de las primeras señales reales de un «periodismo venezolano» estuvo ligado a la introducción de la imprenta, como sucedió en otras partes de América Latina. Ese periodismo, tal como hemos señalado, reflejaba en sus páginas las causas político-ideológicos-doctrinarias a las cuales se ligaba el impresor, que a la vez hacía las veces de periodista. Ramón J. Velásquez expresa esta vicisitud de la relación periodismo-imprenta-lucha ideológica al decir que en ese entonces «el periodista era dueño de su hambre, el periodista era dueño de su imprenta y la llevaba al hombro».
Terminada la guerra y durante los años en que Venezuela está integrada a la gran República de Colombia, el periodismo plantea principalmente temas de carácter ideológico-doctrinario, sobre la manera de organizar la República y afirmar las libertades individuales. Uno de los voceros políticos más importante es El Venezolano (1822-1824), editado por un grupo de intelectuales liberales y federalistas cuyo mentor es Tomás Lander, quienes continúan la tarea iniciada por el voluntario británico Francis Hall con su periódico El Anglo-Colombiano (1822). Otro periódico bilingüe (español-inglés) es El Colombiano (1823-1826), que responde a los intereses de los grupos inversionistas ingleses. Durante La Cosiata, en 1826, se publica en Caracas El Memorial de Venezuela, órgano oficioso de ese movimiento revolucionario. Después del regreso de Bolívar, aparece en Caracas, en marzo de 1827 El Reconciliador, que defiende la política de concordia preconizada por el Libertador pero polemiza también con los periodistas liberales de Bogotá agrupados alrededor del vicepresidente Francisco de Paula Santander. En 1827, merced a una licitación para una publicación oficial rápida y poco onerosa, la cual fue ganada por Valentín Espinal, salió la Gaceta del Gobierno y El Reconciliador desapareció. En Maracaibo, queda registrada en esos años 1827-1828 la polémica Bolívar-Santander en 2 órganos de prensa antagónicos: El Telégrafo del Zulia, bolivariano y El Liberal del Zulia, santanderista. En 1830, al producirse la restauración de Venezuela como Estado soberano, continúa publicándose la Gaceta del Gobierno (con un ligero cambio en el nombre, «de» en vez de «del»), pero ahora como órgano del nuevo régimen encabezado por el general José Antonio Páez. A partir de enero de 1831, fue sustituida por la Gaceta de Venezuela, que se publicó en Valencia, entonces capital de la República; en el núm. 5, del 4 de febrero de 1831, se dio la noticia de la muerte del Libertador. Pocos meses después, la Gaceta de Venezuela volvió a imprimirse en Caracas y con ese título u otros similares, continuó saliendo como órgano del Gobierno central durante mucho tiempo.
Los años 1830-1848 ven producirse un gran desarrollo de la prensa en Venezuela. No sólo se publican numerosos periódicos en la capital, entre ellos El Constitucional, El Nacional (primero con ese nombre), El Liberal, La Bandera Nacional, iniciados en la década de 1830, sino que, en esa misma década y en la siguiente aparecen numerosos periódicos en grandes y medianas ciudades de la provincia, tales como El Patriota (Valencia), El Observador (Coro), El Manzanares (Cumaná), El Republicano (Barcelona) que nada tienen que envidiar a los de Caracas. Las antiguas polémicas entre republicanos y realistas son reemplazadas ahora por las que sostienen militaristas y civilistas (El Demócrata de Rufino González, contra El Nacional de Domingo Briceño Briceño durante las elecciones de 1834-1835) y sobre todo, liberales contra conservadores en los años 1840. Reina, en toda esa etapa, una amplia y auténtica libertad de prensa. Existen diversas opiniones acerca de cuál puede ser considerado el primer diario venezolano. Unos le dan la primacía a El Conciso, una hoja cotidiana que, a partir de 1832, reseñaba las actividades del Congreso, pero que sólo aparecía durante los meses en que éste estaba reunido. Para otros, con el Diario de Avisos (1837), una hoja de circulación diaria a excepción de los feriados, comienza verdaderamente el diarismo en Venezuela. Otros señalan como el primer diario propiamente dicho a La Mañana (1841), de corta vida, como lo fue también la del Diario de Avisos. En realidad, se trata de efímeros, aunque valiosos, ensayos. La corriente de pensamiento cívica, científica, utilitaria y educativa de la Ilustración, remozada con las ideas del liberalismo naciente, halla cauce en las Memorias que de 1830 a 1835 publica periódicamente la Sociedad Económica de Amigos del País, de Caracas.
Durante los regímenes de José Tadeo y José Gregorio Monagas (1847-1858), especialmente después de los sucesos del 24 de enero de 1848, la libertad de prensa se ve muy coartada. Sólo aparecen periódicos de oposición en el período anterior a las elecciones presidenciales. Entre los más notables de este tipo están El Diablo Asmodeo (que se autodefinía como «periódico socio-jocoso, político, moral, literario, comercial y enciclopédico sobre todas las cosas pasadas, presentes y futuras y las demás que ocurren») y Asmodeo, publicados en 1850 por Rafael Agostini en Caracas. El Diario de Avisos y Semanario de las Provincias nace en 1850 y circula hasta 1860, fundado por Mariano de Briceño. Se publicaba en Caracas todos los días, incluyendo los feriados; los miércoles y los sábados salía un suplemento llamado «Semanario de las Provincias». Su estilo era ponderado y nada estridente, orientado hacia los temas económicos y sociales, sin intervenir, salvo alguna excepción, en la vida política cotidiana. Reseña la época monaguera y la rebasa, con artículos de información económica, social y científica. Aspiró a crear un cuerpo editorial y fue quizás el primer órgano de prensa venezolana con columnas remuneradas. En 1856 surge en Caracas el primer periódico de carácter jurídico (probablemente también el primero de Hispanoamérica) llamado El Foro, redactado y dirigido por el licenciado Luis Sanojo, con quien colaboran otros escritores, entre ellos Juan Vicente González en la sección literaria. Este periódico, que representó un intento para volver a las tradiciones cívicas en pleno gobierno de José Tadeo Monagas, duró hasta 1863 y sin perder su carácter jurídico, tomó también un carácter político después de marzo de 1858. El mismo año en que El Foro había iniciado su vida en Caracas, empezó la suya en Barcelona El Oasis, una revista cultural de menor duración (abril-septiembre 1856), cuyo editor-propietario era el médico y educador Ramón Bolet Poleo, a quien ayudaban sus hijos Ramón y Nicanor Bolet Peraza; en sus 6 números, impresos con refinado gusto, se publicaron grabados y piezas musicales, intercalados entre las producciones en prosa y en verso de los intelectuales de la región.
Durante el breve interregno que va desde la caída de los Monagas hasta el estallido de la Guerra Federal (1858-1859) se reúne en Valencia la Convención Nacional, en la cual participan, con entera libertad de expresión, muchos de los dirigentes civiles, militares y eclesiásticos del momento, entre quienes se destacan Fermín Toro, Pedro Gual, Valentín Espinal; los discursos pronunciados son recogidos extensamente en el Diario de Debates de la Convención Nacional (1858). Ese mismo año, Manuel María Zarzamendi instala una imprenta a vapor en Caracas. Durante la Guerra Federal (1859-1863), los centralistas, que dominan hasta el fin en Caracas, y que en general, retienen las principales ciudades del país, cuentan con abundantes órganos periodísticos, en tanto que los federalistas carecen casi de ellos; una notable excepción es El Eco del Ejército, que dirige u orienta en el campo federalista, a la par que hace la guerra, el general Antonio Guzmán Blanco. Entre los centralistas, surgen discordias políticas, las cuales tienen como voceros principales El Heraldo de Juan Vicente González, civilista y El Independiente de Pedro José Rojas; ambos combaten por igual a los partidarios del sistema federal. Cuando éstos triunfan en 1863, desaparece El Independiente (El Heraldo ya había cesado antes) y surgen otros periódicos que responden a la nueva situación, tales como El Porvenir y El Federalista, ambos publicados en la capital.
Durante los años de 1863 a 1870, la prensa de provincia, o mejor, la prensa de los estados, tiene un auge notable, aunque la mayor parte de los periódicos son de efímera duración. De 1868 a 1870 se publicó en Caracas Vargasia, boletín de la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales, llamado así en honor al sabio José María Vargas. De esta publicación llegaron a salir 7 fascículos, testimonio del espíritu que animaba a las élites culturales de Venezuela (Arístides Rojas, Adolfo Ernst, Gerónimo E. Blanco, entre otros) en la turbulenta época de la Revolución Azul, cuando de las prensas salían también varios periódicos satíricos, de títulos como La Charanga y El Jején, en los cuales se caricaturizaba a los políticos caídos como Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco.
Cuando este último tome el poder en 1870, irá controlando, hasta 1887, los diversos aspectos de la vida nacional, entre ellos el periodismo. El vocero del régimen y de la causa liberal será La Opinión Nacional, impreso en los vastos talleres ya industriales de Fausto Teodoro de Aldrey. Es un diario moderno, de gran formato y considerable tirada, que dura más de 20 años. También se regulariza en esta época, a partir de 1872, la publicación de la Gaceta Oficial. Durante la reacción antiguzmancista del presidente Francisco Linares Alcántara, se publica en Caracas La Tribuna Liberal (1877-1878) que desaparece cuando Guzmán Blanco reconquista el poder. En 1879 aparece en Maracaibo El Fonógrafo, de Eduardo López Rivas, que fue el de mayor duración fundado por la iniciativa privada en Venezuela durante el siglo XIX, pues llegó hasta 1917, ya bien entrado el siglo XX. De 1884 data el primer periódico vendido al pregón: El Granuja de Caracas, que costaba un centavo; en este periódico, cuyos voceadores callejeros eran niños, se destacaban con frecuencia informaciones relativas a la niñez y la adolescencia. Al retiro de Guzmán Blanco de la escena pública contribuyeron 2 periódicos satíricos fundados por jóvenes intelectuales y estudiantes que le habían perdido el miedo al gobernante. En marzo de 1885, entre los avatares de La Delpiniada, se fundaba El Delpinismo, periódico ligado a la dicha manifestación antiguzmancista y organizada por aquellos jóvenes que se negaban a aceptar el refinado protocolo y las ínfulas intelectuales que rodeaban a Guzmán Blanco. Dos años después, a comienzos de 1887, los jóvenes reunidos en el Partido Nacional Democrático, que se autocalificaba de partido de la juventud, publican El Yunque, que le hace una oposición abierta al caudillo y cuando la policía allana el taller de imprenta lo publican por breve tiempo en forma clandestina. Como para esa época ya existía comunicación telefónica entre Caracas y La Guaira (establecida por el régimen modernizador de Guzmán Blanco) los redactores de El Yunque se valían del teléfono para recibir del puerto algunas de las noticias que luego imprimían. Después del viaje definitivo a Europa de Guzmán Blanco el periódico representativo de su régimen, La Opinión Nacional, siguió circulando hasta 1892, fecha en que sus instalaciones fueron saqueadas durante los acontecimientos de la Revolución Legalista. En 1889 nace el boletín comercial más antiguo del que se tiene noticias, el Boletín de la Agencia Pumar de Caracas, primero también en introducir noticias cablegráficas que llegaban de ultramar gracias a la instalación del cable submarino, conocido como el Cable Francés, que vinculaba a Venezuela con el mundo exterior. Un año después de la aparición de este Boletín, del cual se dice que fue el boletín comercial más antiguo, nace un periódico regentado por la Iglesia católica y que perdurará, después de haber atravesado innumerables vicisitudes en su mayoría de tipo económico y también políticas, hasta nuestros días. Nos estamos refiriendo a La Religión el decano del periodismo actual. Su primer número dará a luz el 17 de julio de 1890 bajo el lema identificatorio: «La Religión. Diario católico. Bajo el patrocinio del Sacratísimo Corazón de Jesús».
Cinco notables revistas ven la luz durante las décadas de 1880 y 1890. Una de ellas, publicada en Caracas en 1886, es La Caricatura, subtitulada «Álbum cómico de Paolo», creada y dibujada por el artista Paulo Emilio Romero; se trataba de una publicación humorística basada en caricaturas. En Maracaibo, con motivo del centenario del nacimiento del general Rafael Urdaneta, Eduardo López Rivas, editor de El Fonógrafo, publica en 1888 la gran revista El Zulia Ilustrado «...creado con el objeto de dar a conocer en el resto del país y en el extranjero al Zulia con todas sus producciones y bellezas naturales y en todas sus manifestaciones de progreso...» En 1892, se funda en Caracas El Cojo Ilustrado revista, quincenal ilustrada con dibujos, grabados y fotografías, con la colaboración de hombres maduros y escritores jóvenes; otra manifestación de periodismo artístico (que llegará hasta 1915) propia de la época en que el positivismo ya afincado y el modernismo naciente son el tema preferido de los debates y enfrentamientos intelectuales. En El Cojo Ilustrado, bajo la égida de su director y fundador, Jesús María Herrera Irigoyen, colaboran en forma asidua las mentalidades y plumas más notables de su tiempo. Esta publicación, representativa del «modernismo» que se iniciaba en nuestro país a partir de la difusión de las más resaltantes ideas y posturas positivistas de la época, constituyó una extraordinaria revista de gran calidad de impresión y por lo tanto de presentación. Sus textos eran ilustrados con diversidad y cantidad de láminas nacionales y extranjeras en donde predominaban los motivos pictóricos, paisajistas y caricaturescos. Eso fue posible en el orden técnico por la introducción en Venezuela de la primera imprenta de fotograbado. Dos años más tarde, en 1894, los literatos más jóvenes del grupo de colaboradores de El Cojo Ilustrado fundan la revista Cosmópolis (que subtitulan «Revista universal») en la vanguardia de las nuevas teorías estéticas, aunque apenas aparecerán 12 números. En abril de 1893, había circulado el primer número de la Gaceta Médica de Caracas, cuyo director era el doctor Luis Razetti, acompañado por un grupo de médicos y científicos que formaban el cuerpo de redacción.
La década final del siglo XIX, con los gobiernos de Juan Pablo Rojas Paúl, Raimundo Andueza Palacio, Joaquín Crespo e Ignacio Andrade, 2 presidentes civiles y 2 militares, verá surgir, además de las 3 últimas revistas mencionadas, una cantidad considerable de periódicos políticos y doctrinarios, en un ambiente de recobrada libertad de prensa. Entre ellos, El Partido Democrático, El Partido Liberal, El Tiempo, El Pregonero, El Avisador Comercial. Este último, a pesar de su título, se lanza al debate político nacional y publica, también en 1896, un amplio comentario sobre Federico Engels con motivo de su muerte, acaecida el año anterior. Los periódicos políticos proliferan, sobre todo durante la campaña electoral de 1897, especialmente los que apoyan la candidatura presidencial de José Manuel Hernández, el popular Mocho Hernández. A lo largo de la década, 2 periódicos satíricos, El Diablo y Lucifer, dirigidos por el caricaturista español Salvador Presas, ensalzan o critican a personajes destacados como Vicente Amengual, José Antonio Velutini, José Manuel Hernández, Sebastián Casañas, Manuel Antonio Matos, Claudio Bruzual Serra. Aparte de los temas específicamente políticos, la opinión pública, a través de los comentarios de periódicos como El Tiempo y el Boletín de la Agencia Pumar, se conmueve con las noticias relativas a la lucha de los cubanos por su independencia, la muerte de José Martí, la guerra entre España y Estados Unidos y sobre todo, el reclamo hecho por Venezuela a Inglaterra para la devolución del territorio ocupado en la zona del Esequibo. Por otra parte el interés del país en atraer inversiones del extranjero se refleja en el Boletín de la Riqueza Pública de los Estados Unidos de Venezuela, que empieza a ser publicado por el Gobierno Nacional en julio de 1891 bajo la dirección de C.M. Rosales, con numerosos datos estadísticos, mapas y planos. El interés de los manufactureros y comerciantes norteamericanos en penetrar en el mercado venezolano conduce a la publicación en Caracas, en 1896, del Venezuelan Herald por Albert F. Jaurett, periódico en inglés que es una buena fuente de noticias sobre Venezuela para los inversionistas del exterior. Para ese final del siglo XIX es de obligación histórica, en el campo del periodismo nacional, apuntar que 2 fueron los medios impresos que se destacaron por el objetivo de querer configurar un verdadero periodismo informativo moderno que dejara a un lado la excesiva opinión política y doctrinaria y se centrara en la información propiamente dicha. Nos estamos refiriendo a El Tiempo (1893-1912; fundado por Carlos Pumar) y El Pregonero (1892-1913; fundado por Odoardo León Ponte). Estos periódicos, aparte de la innovación en el estilo periodístico de la época, inauguran para finales del siglo el reemplazo del vapor por la fuerza eléctrica para poner en movimiento sus imprentas, de ahí sus altos tirajes especialmente en particular los 20.000 ejemplares de edición de El Pregonero. Durante las décadas de 1880 y 1890, la publicidad comercial (que siempre estuvo presente en mayor o menor medida en los principales periódicos, desde la Gaceta de Caracas de 1808) se convierte cada vez más en el principal sostén económico de la prensa. Con la llegada de los andinos al poder a raíz del triunfo de la Revolución Restauradora de Cipriano Castro (octubre 1899), la censura de la prensa de opinión, relativamente mesurada durante los 18 años del guzmancismo y durante los regímenes siguientes, hasta el de Ignacio Andrade, se incrementaría hasta silenciar cualquier vocero periodístico de oposición al Gobierno.
Siglo XX
El siglo XX se inicia en Venezuela con el gobierno del general Cipriano Castro que, desde octubre de 1899, regía los destinos del país. Durante este período, que se extenderá hasta 1908, cuando Castro es derrocado por Juan Vicente Gómez, la libertad de prensa será la eterna perseguida. El Constitucional (1900-1909), dirigido por Gumersindo Rivas y La Restauración Liberal (1898-1903), de C. Arias Sandoval, voceros oficiosos del Gobierno, cantan las alabanzas del régimen. Especialmente en El Constitucional nos vamos a encontrar con una «información dirigida» a formarle piso político a la figura de Cipriano Castro. Será el impreso más importante del momento no sólo por su labor propagandística, sino por el trabajo periodístico del fundador-director Gumersindo Rivas (puertorriqueño) y por la presencia de corresponsales de distintas partes del mundo. Se dice que tenía una circulación diaria de 15.000 ejemplares. ¡Era realmente la prensa del momento! Con La Sacrada, promovida por La Linterna Mágica de Maximiliano Lores y Luis Muñoz Tébar, primer periódico en Venezuela que introduce ilustraciones a color, toma cuerpo una rebelión callada del pueblo que, como en La Delpiniada, puso de manifiesto a través del humor, los defectos del régimen, así como las ínfulas del gobernante; La Sacrada culminó en los carnavales de 1901. Lores y Muñoz Tébar fueron enviados presos a La Rotunda y La Linterna Mágica fue clausurada; reapareció en 1902 y circuló hasta 1903. En el interior, los diarios se esforzaron por darle dignidad al periodismo. En 1904, Pedro Francisco Carmona funda en Carora El Impulso, que será trasladado a Barquisimeto en 1919, a Caracas en 1929 y, de nuevo ese mismo año, a Barquisimeto donde se editará hasta hoy; en Ciudad Bolívar, Agustín Suegart funda, en 1905, El Luchador, primer periódico del interior que adquiere, en 1911, un linotipo. Ambos diarios son «de intereses generales» y logran sobrevivir sin caer en la prosa alabanciosa de los medios oficiales castristas. A la caída de Castro los talleres de la imprenta donde se publica El Constitucional son saqueados, y Gumersindo Rivas huye de Venezuela hacia su isla natal, Puerto Rico.
En los comienzos del gobierno del general Juan Vicente Gómez un grupo de jóvenes intelectuales creen propicio el momento para plantear a través de la prensa un movimiento de reforma ética y social. Son Rómulo Gallegos, Enrique Soublette, Julio Planchart, Julio Horacio Rosales, y Salustio González Rincones, quienes fundan en 1909 La Alborada, que durará apenas unos meses. Durante los 27 años del régimen gomecista, la dinámica económica y sociocultural del país (explotación petrolera, comienzos del proceso de urbanización e industrialización, introducción de nueva tecnología en los medios de comunicación social) induce cambios que le darán al periodismo su perfil ya moderno cuando se acerque el fin de este período. A pesar de la férrea censura de información impuesta por el Gobierno; del limitado número de lectores, que influía en el pequeño tiraje de los periódicos; de las escasas formas de distribución, que comprendían el pregón, las suscripciones y unos pocos puestos de ventas o quioscos; de que los anuncios comerciales llegaban apenas a aportar el 40 o 50% de las ganancias, los adelantos no se hicieron esperar. Llegaban noticias frescas de Europa y Norteamérica por vía del cable submarino cuyo servicio fue reanudado en 1909. Pizarras colocadas al frente de los edificios de los periódicos llamaban la atención sobre los titulares más importantes y convidaban al público a comprar los diarios para enterarse de los detalles. Algunos periódicos contrataron agencias internacionales de noticias que los ponían al día en cuanto al acontecer mundial y se empezaron a mostrar fotografías de los personajes que protagonizaban las acciones reseñadas. Dentro de la prensa permitida en el período gomecista fueron 2 las actitudes más difundidas: los periódicos que estaban a favor del régimen solían publicar todos los panegíricos que se componían especialmente y las noticias oficiales, que a veces no pasaban de ser una mera crónica social. Tales son los casos de El Universal fundado en 1909, de El Nuevo Diario (1913-1935), La Esfera (1927-1966). Para los que no se comprometían abiertamente, pero que tampoco expresaban algún descontento, quedaba el recurso de unir a la detallada crónica social, las frivolidades de la moda, crónicas de música, de artistas y de eventos populares o deportivos que lograban romper por momentos, la monotonía imperante. El periodismo de la provincia ganó en esta época representantes como Recortes (San Felipe, 1909-1913), Panorama (Maracaibo, 1914), El Diario de Carora (Carora, 1919-1995) y El Carabobeño (Valencia, 1933). Otras publicaciones caraqueñas como El Sol (1921-1933) y La Voz del Pueblo (1933), completan el cuadro de los diarios en este período. En cuanto a las revistas, prevalecía en ellas la tónica cultural y científica. Fueron, entre otras: La Alborada, ya mencionada, Acta Venezolana; Actualidades (1917-1922); Cultura Venezolana (1918-1931 y 1934); Billiken (1919-1958); Élite que iniciada en 1925 sigue publicándose, y Válvula (1928), de la cual salió sólo un número. La prensa de oposición podía asumir su decisión de maneras muy diversas. Algunos periódicos prefirieron ignorar la información procedente de las fuentes del Gobierno en una callada protesta, como lo hizo El Heraldo, fundado en 1922 por Antonio José Calcaño Herrera, que resistió toda clase de presiones. Otros periódicos se atrevieron a presentar una alternativa como El Pregonero, desde cuyas columnas Rafael Arévalo González lanzó, en 1913, la candidatura presidencial de Félix Montes yendo inmediatamente a la cárcel y siendo clausurado el periódico. La protesta directa, a través del humor o de las más incisivas observaciones, la hizo Andrés Eloy Blanco en El Imparcial (1928), periódico perseguido continuamente, ejemplo también de cómo puede burlarse la vigilancia y la censura. Los periódicos humorísticos como Pitorreos (1918) de Francisco Pimentel (Job Pim); Fantoches (1923-1933; 1936-1948 y 1959-1961) de Leoncio Martínez; la revista Caricaturas (1926-1927) de Alfa y Romero y muchos otros aparecidos en toda la república, hacían la crónica diaria de los cambios sociales que se suscitaban en el panorama, constituyéndose, a veces en amarga crítica, o en una desesperada denuncia, que concluía muchas veces en la cárcel. En el exterior, proliferaba la prensa de oposición que delataba el duro momento que vivía Venezuela, a pesar de que su voz no podía escucharse dentro del país.
A la muerte de Gómez (diciembre 1935) se encargó de la presidencia el general Eleazar López Contreras, cuya gestión se caracterizó por la decidida intención de despojar a Venezuela del ruralismo en el que todavía estaba envuelta, aunque historiadores como Pino Iturrieta han llamado a esta etapa de López Contreras «el gomecismo sin Gómez». A pesar de ello, se empieza a cultivar un terreno propicio para el surgimiento de «otras voces» en el ámbito del periodismo. El pueblo, ansioso de libertad y garantías, harto del sometimiento que había sufrido por tantos años, se lanza sobre las oficinas de aquellos periódicos laudatorios del recién finalizado régimen, destruyendo totalmente los talleres de El Nuevo Diario; El Universal, por su parte, sobrevivió gracias al gesto de su director, Pedro Sotillo, quien arrojó desde el balcón de las oficinas del periódico un busto del mandatario fallecido, logrando así calmar a la multitud, y Leoncio Martínez logra salvar La Esfera, conteniendo y arengando a las masas. La primera de las libertades restituidas fue la de prensa y a partir de ese momento, surgieron toda clase de periódicos, revistas, folletos, hojas volantes. Casi inmediatamente nació en Caracas el diario Ahora (1936-1945), fundado por Juan de Guruceaga, que tuvo por directores, a Carlos Eduardo Frías, Nelson Himiob, Luis Álvarez Marcano y Luis Barrios Cruz. En ese diario colaboró asiduamente desde la clandestinidad Rómulo Betancourt. El mismo año de 1936 nació Crítica, uno de los primeros diarios en lanzar reporteros a la calle e iniciar el periodismo informativo, el cual se mantuvo hasta 1945. Cabe mencionar también, durante ese período, la existencia del diario clandestino El Martillo, vocero del Partido Comunista (1938-1941). En ese mismo año de 1938 nace la revista Sic que en un principio fue el órgano del Seminario Diocesano, y que a partir de 1967 pasa a ser el vocero del pensamiento político y social, dentro del ámbito de la llamada «teología de la liberación», del Centro Gumilla. Isaías Medina Angarita, sucesor de López Contreras, hizo un gobierno respetuoso de las libertades públicas y del derecho de opinión. Los partidos desplegaron su influjo sobre las masas y volvió a aparecer la prensa de opinión. Surgen en Caracas nuevos periódicos, como Últimas Noticias (1941) con su función de tabloide popular; El Tiempo (1941-1945); el semanario satírico El Morrocoy Azul (1941-1958) y El Nacional (1943) que habría de convertirse en un diario de amplia circulación en toda Venezuela, portavoz no sólo del acontecer noticioso, sino también en el orden cultural, de destacados escritores del país y del continente. En esta época los partidos políticos tuvieron sus propios voceros periodísticos. Acción Democrática contó con Acción Democrática (1942-1944) y El País (1944-1948); el Partido Comunista se expresó a través de Aquí Está (1942-1946), dirigido por Ernesto Silva Tellería. También hizo oposición el diario Rojo y Negro (1943-1944), dirigido por Luis Barrios Cruz.
El gobierno de Medina Angarita fue derrocado por un golpe militar en alianza con el partido Acción Democrática y después de convocar a elecciones, resultó electo presidente de la República Rómulo Gallegos, cuyo mandato duró unos escasos 9 meses. Para este período el partido social-cristiano COPEI tenía ya 2 órganos de expresión: Copei (1946-1948), dirigido por Luis Herrera Campins, y El Gráfico (1947-1951), dirigido por Miguel Ángel Landáez. Dentro de toda esa efervescencia política de querer fijar opinión pública en torno a unas ideas unos, y otros a otras de signo político contrario y en donde se demuestra, una vez más, que nuestro periodismo se ligaba a la historia del país como dijo Arturo Uslar Pietri: «En el caso de Venezuela la prensa y la política, que es tanto como decir la prensa y la historia, han estado indisolublemente unidos. La historia de Venezuela, no sólo se escribió sino que, en gran parte, se ha hecho en los periódicos. Será en ese ambiente donde aparezca en el país una prensa escrita en otra lengua; como el actual The Daily Journal (24 de octubre de 1945), que primero se llamó The Caracas Journal. Dos años después nos topamos con Il Corriero di Caracas en idioma italiano y en 1950 La Voce d'Italia. En noviembre de 1948, otro golpe de cuartel derrocó al gobierno de Rómulo Gallegos. Formaban la nueva Junta Militar los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud, que la presidía; Luis Felipe Llovera Páez, ministro de Relaciones Interiores y Marcos Pérez Jiménez, ministro de la Defensa. A partir de ese momento, y sobre todo después del asesinato de Delgado Chalbaud (1950), la censura fue definitiva. Todos los periódicos políticos, de cualquier tendencia que tuviesen, fueron clausurados, incluyendo la revista Signo (1951-1952), dirigida por Alfredo Tarre Murzi y Ramón J. Velásquez. Posteriormente, la prensa reflejaría 3 tendencias: oficial, independiente y clandestina. El vocero oficial del Gobierno perezjimenista fue El Heraldo, cuyas instalaciones fueron compradas por el Estado y convertidas en instrumento de publicidad del régimen; se caracterizó por la exclusiva propaganda a favor de éste y la agresión contra los que consideró enemigos del mismo, especialmente a los partidos políticos. Otros órganos periodísticos mantuvieron una posición de convivencia con el Gobierno. Los periódicos independientes fueron sometidos a la más estricta censura; desde el Ministerio de Relaciones Interiores, se trató de imponerles editoriales; algunos lograron resistir omitiéndolos y limitándose a dar información sin comentarios. Algunos expresaban su protesta colocando esas informaciones, catalogadas por el Gobierno de importantes, a la par de las trivialidades de la moda o la crónica social. Tanto en Venezuela como en el exterior, hubo una insistente persecución de los periodistas que se salieran de los límites establecidos por el Gobierno. La prensa clandestina llevó a cabo una eficaz protesta contra el régimen bajo los nombres de Ofensiva, Resistencia, Venezuela Democrática, Tribuna Popular, Joven Guardia, Rebelión, Libertad, Estrella Roja, Tiela y muchos más, publicados unos en Venezuela y otros en el exterior. Los estudiantes liceístas se abocaron a la distribución de volantes contra el régimen. Quizás debido al fracaso económico de algunos periódicos en este período, es por lo que, en el mismo, se inicia un proceso de concentración de la prensa que culminaría en las décadas siguientes.
A raíz de la caída de Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, hubo de nuevo libertad de prensa y proliferaron los diarios y revistas. El primer diario surgido después del 23 de enero fue el vespertino El Mundo, que al principio fue un orientador de la opinión pública, dirigido por Ramón J. Velásquez y posteriormente, por Domingo Alberto Rangel. Luego aparecieron El Independiente y La Razón, de tendencia derechista y de efímera existencia, así como el vespertino El Pregón, que tampoco sobrevivió a estos primeros momentos. Una vez que Rómulo Betancourt llegó a la presidencia de la República (1959), a pesar de que las garantías no habían sido suspendidas, se decomisaron y cerraron los periódicos de izquierda; y como sólo los partidos de la coalición gubernamental tenían acceso a la radio y televisión, la oposición tuvo dificultades para expresarse abiertamente. En 1960, se fundó Izquierda, tabloide del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que alcanzó, a pocos meses de fundado, tirajes de 60.000 ejemplares; fue dirigido por Domingo Alberto Rangel. Una vez promulgada la Constitución de 1961, que rige en la actualidad, se instituyó el principio de la libertad de prensa. Es en la década de 1960 cuando se redefinen los campos de política e ideología en los medios impresos y finaliza el proceso de concentración que se había iniciado en la década anterior, por lo que ésta viene a ser la gran época de las cadenas periodísticas y del manejo de la opinión de los periódicos por parte de las empresas económicas que los poseen. Se da inicio a un gran despliegue de periódicos, tanto en Caracas como en el interior. La investigación llevada a cabo por el profesor y periodista Eleazar Díaz Rangel (La prensa venezolana en el siglo XX) nos señala que «entre 1922 y 1957 aparecieron 79 diarios en el interior, pero sólo ocho (el 10%) subsistieron, en cambio, en el mismo lapso de los 40 años siguientes (1953-1993) aparecieron 95, de los cuales 68 (71%) continúan editándose. Razones políticas y sobre todo económicas lo explican. Su circulación ha aumentado de manera significativa, y en casi todas las ciudades ejercen una influencia en la formación de la opinión pública más determinante que la de los diarios llegados de Caracas». La misma fuente nos refiere que en 1946 había 14 diarios regionales (de provincia) frente a 8 de circulación nacional (denominados «diarios nacionales» por su cobertura); en 1966 contábamos con 21 diarios regionales y sólo 7 nacionales; en 1976 la cifra aumentaba a 51 regionales y 11 nacionales y; en 1986 existían 61 diarios regionales y 9 nacionales. En algunos de ellos florece el sensacionalismo y otros manipulan la información, violando, a veces, los recatos que el secreto sumarial y los principios éticos imponen. Por otra parte, los sucesivos gobiernos de los períodos presidenciales regidos por la Constitución de 1961 intentan, de vez en cuando, ejercer presiones más o menos directas sobre los medios y sobre periodistas, y se ha dado también el caso de presiones emanadas de los sectores de anunciantes. Se organizan los gremios profesionales como el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de Prensa (SNTP), así como los organismos de carácter patronal (Bloque de Prensa). Los nuevos cambios tecnológicos, especialmente la informática, tienen una gran incidencia en todo el proceso de elaboración de los periódicos. La prensa impresa ha de competir en las áreas de la publicidad y de la información con los medios radioeléctricos (radio y televisión) y en menor escala, con los avisos publicitarios de los cines; pero se dan casos en los cuales una misma empresa posee periódicos y canales de televisión. Aun cuando los voceros exclusivos de partidos políticos han desaparecido gradualmente hasta fallecer totalmente. Hoy día las distintas corrientes ideológicas tienen habitualmente acceso a las páginas de opinión, en las cuales suelen colaborar regularmente intelectuales y columnistas independientes. O.S.C./M.BI.
En estos momentos, historia reciente y actual, estamos en presencia de una verdadera industria cuyo objeto de venta, comercialización y circulación-consumo es el periódico diario y la diversidad de revistas-publicaciones que sobre variadas temáticas dentro del llamado campo del periodismo especializado se nos ofrece en el mercado. Es decir, ya contamos con una verdadera «industria cultural» cuyo soporte de difusión de mensajes es el papel periódico por ahora, al lado de las otras industrias culturales.
La otrora empresa de tener un periódico como órgano de divulgación de las ideas políticas y de las posiciones ideológicas, ha dado paso a la configuración de una industria de prensa, en donde en algunos casos hay vinculación con sectores transnacionales de ultramar y del mismo ramo o distinto. Ha irrumpido también lo que hoy se conoce con el nombre de la «empresa multimediática», es decir la presencia de varios renglones comunicacionales concentrados en una sola propiedad. Al igual que la inclusión de otros sectores de la economía que en nada tienen que ver con la industria comunicacional impresa. Así pues, las industrias culturales, y en este caso la «industria del periodismo», se rige en principio por las mismas leyes del resto de las industrias, son las leyes del mercado aplicadas a un «producto intangible» como lo es la información-mensaje. Dentro de este parámetro de referencia moderna en este mundo que han denominado «mercado-mundo», la presencia de la mayor parte de las publicaciones periódicas en Venezuela se concentran en 2 bloques. Uno primero que se caracteriza por la presencia desde hace ya bastante tiempo de 2 grupos: La Cadena Capriles y el Bloque de Armas, grupos que han ido aumentando su caudal de publicaciones en los últimos años a raíz de la compra de diarios, revistas y otras publicaciones que por razones económicas entraron en crisis. La Cadena Capriles (1959), dueña de los diarios Últimas Noticias, El Mundo y Crítica de Maracaibo, también edita las revistas Élite, Páginas, Venezuela Gráfica, Kena, Hipódromo, Deportes... Por su parte, El Bloque de Armas (1970), que funda el primer diario a color del país, 2001, cuenta con el único diario deportivo, Meridiano y su poder como industria de prensa se concentra en la publicación de revistas tales como Bohemia, Momento, Ideas, Coqueta, Venezuela Farándula, Fascinación, The Ring, Vanidades... Además tiene nexos con la gran cadena o Grupo Hearst de Estados Unidos y desde ahí, con la propiedad de la Editora América con sede en Estados Unidos, se encarga de publicar en español y distribuir para toda la América Latina las revistas Cosmopolitan, Mecánica Popular y Buen Hogar, entre las más conocidas.
El otro bloque de la industria periodística del país está conformado por las publicaciones de periódicos que pertenecen a sectores de la economía cuyo renglón básico y significativo que los caracteriza como empresa no es el de tener presencia visible en cuanto a propiedad dentro de la industria cultural periodística, sino más bien en otros sectores como el financiero, el industrial o el comunicacional-masivo-audiovisual. Así está el caso de un periódico como El Globo (1990) del Grupo del Banco Federal. Los casos de Economía Hoy (1989), del desaparecido Banco de la Construcción, Reporte (1988), de varios grupos bancarios intervenidos y de El Diario de Caracas (que dejó de salir el 10 de julio de 1995) del Grupo 1 BC (propietarios de Radio Caracas Radio, Radio Caracas Televisión y Sonográfica entre las empresas comunicacionales más conocidas del grupo). Este periódico, que fuera fundado en 1979, apareció con una diagramación moderna y vistosa, un formato cómodo para el lector, revivió los editoriales, se caracterizó en sus inicios por la foto desplegada en primera plana editorializando y la reelaboración de los cables de noticias internacionales. En medio de esos 2 sectores o bloques hay que ubicar aquella industria periodística que proviniendo de un grupo eminentemente familiar como fueron en Caracas El Nacional y El Universal, aún con las variantes que introduce el mercado y la gerencia moderna, siguen directrices de rango tradicional. Eso no implica que ellos no se hayan modernizado como industria y que no hayan pensado en entrar en otros negocios del mercado comunicacional como puede ser el de las telecomunicaciones y telemática que tantas oportunidades ofrecen.
En cuanto a la industria periodística regional, las variables de concentración son semejantes a las señaladas antes. Igualmente, se ha operado una modernización de la empresa con la introducción del equipo de impresión más avanzado y la presencia en las salas de redacción de la informática sustituyendo a las viejas máquinas de escribir. Los procesos de descentralización que se han dado en los últimos años y el desarrollo económico regional ha impulsado la presencia de una industria del periodismo en las distintas regiones del país, moderna, influyente y requerida cada vez más por grupos económicos tanto del centro como del interior. El auge de esta prensa dio lugar a que en enero de 1987 se creara la Cámara de la Prensa Regional (CAVEPRE) que para 1994 ya agrupaba a 62 diarios y sus afiliados contaban con Bs. 900.000.000 en equipos e insumos.
Las cosas están cambiando y seguirán cambiando. Ahora no nos encontramos con los actores tradicionalmente conocidos como empresarios de medios. Aquella idea romántica del periodismo y de fundar un periódico se hace imposible. Se requieren grandes capitales para estar al tanto de los avances tecnológicos y poder llegar al público consumidor como ahora se le dice al lector. El periodismo ya no es sólo periodismo como arte de informar a la gente, ahora es la industria periodística, ligada a veces a otros medios y negocios, la que evoluciona hasta convertirse en multimedia. M.Bi.
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Tomado de FUNDACION POLAR
Siglo XIX
En el territorio de la actual Venezuela el periodismo se inicia en una forma continua con la publicación del primer número de la Gaceta de Caracas el 24 de octubre de 1808, bajo los auspicios y el control de las autoridades de la gobernación y capitanía general. Mucho antes de la llegada oficial de la imprenta a Caracas en 1808, se sabe de la existencia en esta ciudad y en la provincia de pequeñas imprentas de goma, llamadas «imprentas de camino» y de la aparición de pasquines manuscritos de carácter informativo en los que se vislumbra un germen periodístico, pero que no tenían el carácter de periódicos. En 1789 se crea el Correo de la Trinidad Española, (Courier [sic] de la Trinité Espagnole), publicación periódica bilingüe (español-francés) que podría considerarse la primera en la historia venezolana, ya que entonces, y hasta 1797, la isla de Trinidad dependía de las autoridades de Caracas, dentro del imperio español; ese periódico contaba 4 páginas y circulaba quincenalmente. Importante por su significación, lo es también por haber obtenido los permisos debido a su ubicación geográfica y a razones de índole política y social, todas derivadas del movimiento comercial que la isla tenía y a la existencia en ella de una numerosa colonia extranjera. Los sucesos que conmovían a Francia a partir de 1789, como consecuencia de la revolución, y la censura de información que se suscitó inmediatamente, ocasionaron la clausura del periódico y la expulsión de su director-redactor, el colono irlandés John F. Willcox. En 1797 se proclama en Venezuela la disposición oficial que prohibía la tenencia, importación, lectura y comentario de publicaciones, libros, folletos, hojas sueltas, impresas, y también manuscritos, no autorizados por el gobierno peninsular; por lo cual hubo castigos para los que incurrían en el delito y recompensas para los delatores. Todo ello contribuyó a que no fueran escuchadas las peticiones relacionadas con la traída de una imprenta y el permiso para hacer publicaciones en Caracas. Sin embargo, se habló de un «manifiesto subversivo» impreso en prensa portátil o «imprenta de camino» que fue denunciado por las autoridades competentes de la época en los informes a sus superiores en la Península.
La llegada oficial de la imprenta a Venezuela estuvo precedida por una serie de gestiones que algunas instituciones de Caracas, convencidas de la importancia que las prensas tenían para la vida de la colonia, realizaron ante el Gobierno español solicitando el permiso correspondiente. El 11 de diciembre de 1790, el Colegio de Abogados de Caracas hizo una petición formal para traer una prensa de la Península, petición que llevaba la firma de los letrados Miguel José Sanz y Francisco Espejo entre otros, y que fue negada porque las autoridades no consideraron los tiempos propicios para traer al país un instrumento tan peligroso. Sin embargo, en 1793, se nombraba una comisión para el estudio del asunto desde el punto de vista de lo económico, con la esperanza de probar que una tipografía podría rendir beneficios comerciales. Dicha comisión estaba integrada por los abogados José Domingo Cano, Miguel José Sanz y Carlos Garay. El 18 de febrero de 1800, Nicolás Rodríguez del Toro (en nombre del Real Consulado de Caracas) solicita del ministro de Hacienda de España el permiso para que el Consulado pudiese traer una imprenta a Venezuela. El monarca niega la solicitud debido a los tiempos turbulentos que vive la colonia y a recientes acontecimientos como la Rebelión de José Leonardo Chirino (1795) y la Conspiración de Gual y España (1797). Aunque evidentemente en forma clandestina, como parte de su acción revolucionaria, debe señalarse la presencia de la imprenta a bordo de los buques de Francisco de Miranda, en especial el Leander, durante su expedición libertadora de 1806. De ella salieron varias proclamas dirigidas a los españoles-americanos (venezolanos) pero no periódicos. La imprenta de Miranda no llegó a ser instalada en tierra y después del fracaso de la expedición, la llevó a la isla de Trinidad, donde fue vendida al impresor británico Matthew Gallagher, ya instalado y activo allí desde años antes.
En 1808, a raíz de la invasión de España por Napoleón Bonaparte y la presión de los mantuanos caraqueños para formar una junta, el capitán general interino Juan de Casas toma la iniciativa de traer una imprenta para contrarrestar la propaganda subversiva. La imprenta se convierte en un arma política y una imperiosa necesidad para los gobernantes. En 1808 se establecieron en Caracas los ingleses Matthew Gallager y James Lamb, los primeros tipógrafos que registra la historia venezolana, en cuya prensa, traída por ellos de Trinidad, se publica el primer periódico, la Gaceta de Caracas, que vio la luz el 24 de octubre de 1808. Tener imprenta era ya un privilegio, aunque en comparación con otros países, Venezuela la recibió con gran retraso; la imprenta había llegado a México en 1539 y para 1800, ya había 21 órganos de prensa en Estados Unidos. La Gaceta de Caracas, creada especialmente para la difusión de las noticias e ideas favorables al gobierno de turno, vivió los azarosos cambios que, desde ese momento hasta la total independencia, se suscitaron en el panorama político venezolano; en sus diversos avatares realistas y republicanos, y con algunas interrupciones, se publicó hasta enero de 1822; hasta 1814 su nombre se escribió Gazeta de Caracas, pero desde febrero de 1815 se cambió por Gaceta de Caracas. Las fuentes más enteradas nos advierten que Andrés Bello fue un redactor casi permanente de la Gazeta antes que pasara a denominarse Gaceta de Caracas. Pudiéramos entonces afirmar que Andrés Bello fue el primer periodista venezolano que recoge como tal la historia en sentido eminentemente cronológico. Al respecto, José Ratto Ciarlo, citando otras investigaciones, nos indicará que «don Andrés Bello fue quien inauguró la honrosa profesión de periodista, una nueva deuda tenemos para con él, quien duró en sus funciones hasta el mes de abril o quizás hasta junio de 1810, cuando saldrá para Londres como secretario de la embajada integrada por Simón Bolívar y Luis López Méndez». A partir de abril de 1810 la Gazeta de Caracas tiene un cambio de orientación verdaderamente trascendente. Se inclina hacia otros rumbos de sentido libertario y así nos lo hace saber el 29 de abril de 1810: «Cuando las sociedades adquieren la libertad civil es cuando la opinión pública recobra su imperio, y los periódicos, que son el órgano de ella, adquieren la influencia que deben tener [...] La Gazeta de Caracas destinada hasta ahora a fines que no están de acuerdo con el espíritu público de los habitantes de Venezuela, va a recobrar el carácter de franqueza y de sinceridad que debe tener, para que pueda el Gobierno y el Pueblo lograr con ella los benéficos designios que han producido nuestra pacífica transformación...» A otras regiones de Venezuela, la imprenta fue llegando paulatina e insistentemente durante el siglo XIX. En su introducción siguen a Caracas: Cumaná (1811), Valencia (1812), Angostura (Ciudad Bolívar) (1817), Maracaibo (1821), Puerto Cabello (1825), Guanare (1826), Barquisimeto (1833) Barcelona (1834), Barinas (1837) El Tocuyo (1840), Coro y Calabozo (1842), La Guaira y Mérida (1845), La Victoria (1849), Carúpano (1853), San Cristóbal (1855), San Carlos y La Asunción (1856), San Antonio del Táchira (1859), Trujillo (1864), Valera (1872), Petare, San Fernando de Atabapo y Carora (1875), Aragua de Barcelona (1876), Zaraza (1881), Altagracia de Orituco (1882), Tovar (1884), Rubio (1889), Ejido (1896) y Bailadores (1900), entre otras poblaciones. En la mayoría de los casos (aunque no siempre) la llegada de la imprenta era seguida por la publicación de un periódico.
El 4 de noviembre de 1810 se funda en Caracas el primer periódico no específicamente oficial con el nombre de Semanario de Caracas, iniciando así el periodismo independiente en Venezuela, con secciones política (a cargo de Miguel José Sanz) y económica (de José Domingo Díaz); duró hasta mediados de 1811. Anteriormente, de marzo a mayo de 1810, Francisco de Miranda había publicado en Londres El Colombiano, que aparecía sin el nombre del redactor, cuyas páginas quincenales se dedicaban a difundir por Hispanoamérica las ideas de la emancipación política y a hacer oposición en 2 frentes: al absolutismo napoleónico y a la monarquía española. A fines de ese mismo año, al regresar de su misión diplomática en Inglaterra, Simón Bolívar trajo una imprenta adquirida con fondos de su propio peculio, y que puso a la disposición de la naciente República. Periodista por dedicación e inclinado a utilizar las columnas periódicas como instrumento de lucha, Bolívar siempre estuvo consciente de la necesidad de la imprenta en la gesta libertadora y lo puso de manifiesto en muchas ocasiones colocando su poderoso influjo al servicio de su obra. En 1811, cuando ya está activo en Caracas desde el año anterior Juan Baillío, «el impresor de la Independencia», ven la luz 3 publicaciones periódicas: El Patriota de Venezuela, vocero e iniciativa de la Sociedad Patriótica, redactado por Vicente Salias y Antonio Muñoz Tébar, que duró apenas un año; El Mercurio Venezolano, dirigido por Francisco Isnardi, amigo de Andrés Bello (en 1809 ambos habían proyectado publicar una revista cultural, El Lucero, de la cual sólo salió el prospecto), y El Publicista de Venezuela, creado especialmente para divulgar las sesiones del Congreso Constituyente, a cargo del secretario del mismo, Francisco Isnardi. Estos últimos eran los órganos oficiales de la revolución y ninguno sobrevive a la caída de la Primera República. En 1815, en época de la cruda Guerra a Muerte, llega a Venezuela una imprenta realista, traída en la expedición del general Pablo Morillo desde España, la cual, al parecer, se perdió al volar e incendiarse el navío San Pedro Alcántara. Pero los realistas son entonces dueños de Caracas, y controlan la Gaceta de Caracas que allí se publica. En 1816, el Libertador trae una imprenta desde Haití, en la Expedición de Los Cayos, la cual cae en manos de los realistas en Ocumare de la Costa a mediados de ese año. El 27 de junio de 1818, aparece en Angostura el Correo del Orinoco, órgano fundado por orden de Bolívar a favor de la causa patriota, cuyo último número será el del 23 de marzo de 1822; esta imprenta, traída de Trinidad en 1817 y manejada principalmente por el impresor Andrés Roderick, sirvió para que las voces de la libertad pudieran leerse en ediciones especiales escritas en español, inglés y francés. En el Correo del Orinoco, como luego en otros periódicos de Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú, aparecen con cierta frecuencia artículos de opinión redactados por Bolívar, quien a su labor libertadora de acción, sumó la de su pluma irónica, certera y apasionada, colaborando regularmente en los periódicos y utilizando seudónimos. En el mismo Correo del Orinoco, en su número 61 del año 1820, se anunció la salida de un vocero que se denominaría Amor a la Patria, que no pasó de ser otro intento. En 1821 llegó la imprenta a Maracaibo. Era una prensa traída desde Filadelfia hasta Angostura (hoy Ciudad Bolívar) por orden del Gobierno republicano y que debió ser llevada a Cúcuta, para servir al Congreso. La adhesión de Maracaibo a la causa republicana y la orden del general Rafael Urdaneta para retener allí esa imprenta, hicieron que Roderick, el impresor, se quedase en Maracaibo, donde gobernaba el coronel Francisco Delgado. El primer periódico publicado en esa ciudad fue El Correo Nacional, cuyo número inicial salió el 9 de junio de 1821; lo redactaba José Demetrio Lossada y más tarde lo dirigió el presbítero Mariano de Talavera y Garcés quien, en 1822, fundó el segundo periódico de esa ciudad, titulado Concordia del Zulia.
Hasta la batalla de Carabobo (1821) y la batalla naval del lago de Maracaibo (1823), los periódicos fueron principalmente armas en el combate ideológico entre los partidarios de la monarquía, como el médico José Domingo Díaz y los defensores de la causa republicana como el también médico Vicente Salias. Fueron notables las polémicas sostenidas por Díaz desde la Gaceta de Caracas realista, a partir de 1818, con los redactores del Correo del Orinoco, donde escribían Juan Germán Roscio, Francisco Antonio Zea y Simón Bolívar, entre otros. Durante los años 1821-1823, eran pocos aún los órganos del pensamiento republicano en el territorio venezolano, dentro de la Gran Colombia: la Gaceta de Caracas, desde julio de 1821 hasta su desaparición en enero de 1822 en manos de los patriotas; el Correo del Orinoco y el Correo Nacional. En 1822, se crea en Caracas el semanario Iris de Venezuela para servir de vocero oficioso a las autoridades y sustituir a la Gaceta de Caracas, que, hasta el momento, había cumplido su función divulgativa de las ideas del gobierno de turno. Ese mismo año, con los restos de la imprenta marabina de Roderick, tomados por los españoles al entrar el brigadier Francisco Tomás Morales en Maracaibo, se publicó el Posta Español de Venezuela, cuya vida se extinguió al capitular los realistas en 1823. Hasta aquí hemos ido viendo, a partir del recorrido histórico realizado, que la aparición de las primeras señales reales de un «periodismo venezolano» estuvo ligado a la introducción de la imprenta, como sucedió en otras partes de América Latina. Ese periodismo, tal como hemos señalado, reflejaba en sus páginas las causas político-ideológicos-doctrinarias a las cuales se ligaba el impresor, que a la vez hacía las veces de periodista. Ramón J. Velásquez expresa esta vicisitud de la relación periodismo-imprenta-lucha ideológica al decir que en ese entonces «el periodista era dueño de su hambre, el periodista era dueño de su imprenta y la llevaba al hombro».
Terminada la guerra y durante los años en que Venezuela está integrada a la gran República de Colombia, el periodismo plantea principalmente temas de carácter ideológico-doctrinario, sobre la manera de organizar la República y afirmar las libertades individuales. Uno de los voceros políticos más importante es El Venezolano (1822-1824), editado por un grupo de intelectuales liberales y federalistas cuyo mentor es Tomás Lander, quienes continúan la tarea iniciada por el voluntario británico Francis Hall con su periódico El Anglo-Colombiano (1822). Otro periódico bilingüe (español-inglés) es El Colombiano (1823-1826), que responde a los intereses de los grupos inversionistas ingleses. Durante La Cosiata, en 1826, se publica en Caracas El Memorial de Venezuela, órgano oficioso de ese movimiento revolucionario. Después del regreso de Bolívar, aparece en Caracas, en marzo de 1827 El Reconciliador, que defiende la política de concordia preconizada por el Libertador pero polemiza también con los periodistas liberales de Bogotá agrupados alrededor del vicepresidente Francisco de Paula Santander. En 1827, merced a una licitación para una publicación oficial rápida y poco onerosa, la cual fue ganada por Valentín Espinal, salió la Gaceta del Gobierno y El Reconciliador desapareció. En Maracaibo, queda registrada en esos años 1827-1828 la polémica Bolívar-Santander en 2 órganos de prensa antagónicos: El Telégrafo del Zulia, bolivariano y El Liberal del Zulia, santanderista. En 1830, al producirse la restauración de Venezuela como Estado soberano, continúa publicándose la Gaceta del Gobierno (con un ligero cambio en el nombre, «de» en vez de «del»), pero ahora como órgano del nuevo régimen encabezado por el general José Antonio Páez. A partir de enero de 1831, fue sustituida por la Gaceta de Venezuela, que se publicó en Valencia, entonces capital de la República; en el núm. 5, del 4 de febrero de 1831, se dio la noticia de la muerte del Libertador. Pocos meses después, la Gaceta de Venezuela volvió a imprimirse en Caracas y con ese título u otros similares, continuó saliendo como órgano del Gobierno central durante mucho tiempo.
Los años 1830-1848 ven producirse un gran desarrollo de la prensa en Venezuela. No sólo se publican numerosos periódicos en la capital, entre ellos El Constitucional, El Nacional (primero con ese nombre), El Liberal, La Bandera Nacional, iniciados en la década de 1830, sino que, en esa misma década y en la siguiente aparecen numerosos periódicos en grandes y medianas ciudades de la provincia, tales como El Patriota (Valencia), El Observador (Coro), El Manzanares (Cumaná), El Republicano (Barcelona) que nada tienen que envidiar a los de Caracas. Las antiguas polémicas entre republicanos y realistas son reemplazadas ahora por las que sostienen militaristas y civilistas (El Demócrata de Rufino González, contra El Nacional de Domingo Briceño Briceño durante las elecciones de 1834-1835) y sobre todo, liberales contra conservadores en los años 1840. Reina, en toda esa etapa, una amplia y auténtica libertad de prensa. Existen diversas opiniones acerca de cuál puede ser considerado el primer diario venezolano. Unos le dan la primacía a El Conciso, una hoja cotidiana que, a partir de 1832, reseñaba las actividades del Congreso, pero que sólo aparecía durante los meses en que éste estaba reunido. Para otros, con el Diario de Avisos (1837), una hoja de circulación diaria a excepción de los feriados, comienza verdaderamente el diarismo en Venezuela. Otros señalan como el primer diario propiamente dicho a La Mañana (1841), de corta vida, como lo fue también la del Diario de Avisos. En realidad, se trata de efímeros, aunque valiosos, ensayos. La corriente de pensamiento cívica, científica, utilitaria y educativa de la Ilustración, remozada con las ideas del liberalismo naciente, halla cauce en las Memorias que de 1830 a 1835 publica periódicamente la Sociedad Económica de Amigos del País, de Caracas.
Durante los regímenes de José Tadeo y José Gregorio Monagas (1847-1858), especialmente después de los sucesos del 24 de enero de 1848, la libertad de prensa se ve muy coartada. Sólo aparecen periódicos de oposición en el período anterior a las elecciones presidenciales. Entre los más notables de este tipo están El Diablo Asmodeo (que se autodefinía como «periódico socio-jocoso, político, moral, literario, comercial y enciclopédico sobre todas las cosas pasadas, presentes y futuras y las demás que ocurren») y Asmodeo, publicados en 1850 por Rafael Agostini en Caracas. El Diario de Avisos y Semanario de las Provincias nace en 1850 y circula hasta 1860, fundado por Mariano de Briceño. Se publicaba en Caracas todos los días, incluyendo los feriados; los miércoles y los sábados salía un suplemento llamado «Semanario de las Provincias». Su estilo era ponderado y nada estridente, orientado hacia los temas económicos y sociales, sin intervenir, salvo alguna excepción, en la vida política cotidiana. Reseña la época monaguera y la rebasa, con artículos de información económica, social y científica. Aspiró a crear un cuerpo editorial y fue quizás el primer órgano de prensa venezolana con columnas remuneradas. En 1856 surge en Caracas el primer periódico de carácter jurídico (probablemente también el primero de Hispanoamérica) llamado El Foro, redactado y dirigido por el licenciado Luis Sanojo, con quien colaboran otros escritores, entre ellos Juan Vicente González en la sección literaria. Este periódico, que representó un intento para volver a las tradiciones cívicas en pleno gobierno de José Tadeo Monagas, duró hasta 1863 y sin perder su carácter jurídico, tomó también un carácter político después de marzo de 1858. El mismo año en que El Foro había iniciado su vida en Caracas, empezó la suya en Barcelona El Oasis, una revista cultural de menor duración (abril-septiembre 1856), cuyo editor-propietario era el médico y educador Ramón Bolet Poleo, a quien ayudaban sus hijos Ramón y Nicanor Bolet Peraza; en sus 6 números, impresos con refinado gusto, se publicaron grabados y piezas musicales, intercalados entre las producciones en prosa y en verso de los intelectuales de la región.
Durante el breve interregno que va desde la caída de los Monagas hasta el estallido de la Guerra Federal (1858-1859) se reúne en Valencia la Convención Nacional, en la cual participan, con entera libertad de expresión, muchos de los dirigentes civiles, militares y eclesiásticos del momento, entre quienes se destacan Fermín Toro, Pedro Gual, Valentín Espinal; los discursos pronunciados son recogidos extensamente en el Diario de Debates de la Convención Nacional (1858). Ese mismo año, Manuel María Zarzamendi instala una imprenta a vapor en Caracas. Durante la Guerra Federal (1859-1863), los centralistas, que dominan hasta el fin en Caracas, y que en general, retienen las principales ciudades del país, cuentan con abundantes órganos periodísticos, en tanto que los federalistas carecen casi de ellos; una notable excepción es El Eco del Ejército, que dirige u orienta en el campo federalista, a la par que hace la guerra, el general Antonio Guzmán Blanco. Entre los centralistas, surgen discordias políticas, las cuales tienen como voceros principales El Heraldo de Juan Vicente González, civilista y El Independiente de Pedro José Rojas; ambos combaten por igual a los partidarios del sistema federal. Cuando éstos triunfan en 1863, desaparece El Independiente (El Heraldo ya había cesado antes) y surgen otros periódicos que responden a la nueva situación, tales como El Porvenir y El Federalista, ambos publicados en la capital.
Durante los años de 1863 a 1870, la prensa de provincia, o mejor, la prensa de los estados, tiene un auge notable, aunque la mayor parte de los periódicos son de efímera duración. De 1868 a 1870 se publicó en Caracas Vargasia, boletín de la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales, llamado así en honor al sabio José María Vargas. De esta publicación llegaron a salir 7 fascículos, testimonio del espíritu que animaba a las élites culturales de Venezuela (Arístides Rojas, Adolfo Ernst, Gerónimo E. Blanco, entre otros) en la turbulenta época de la Revolución Azul, cuando de las prensas salían también varios periódicos satíricos, de títulos como La Charanga y El Jején, en los cuales se caricaturizaba a los políticos caídos como Juan Crisóstomo Falcón y Antonio Guzmán Blanco.
Cuando este último tome el poder en 1870, irá controlando, hasta 1887, los diversos aspectos de la vida nacional, entre ellos el periodismo. El vocero del régimen y de la causa liberal será La Opinión Nacional, impreso en los vastos talleres ya industriales de Fausto Teodoro de Aldrey. Es un diario moderno, de gran formato y considerable tirada, que dura más de 20 años. También se regulariza en esta época, a partir de 1872, la publicación de la Gaceta Oficial. Durante la reacción antiguzmancista del presidente Francisco Linares Alcántara, se publica en Caracas La Tribuna Liberal (1877-1878) que desaparece cuando Guzmán Blanco reconquista el poder. En 1879 aparece en Maracaibo El Fonógrafo, de Eduardo López Rivas, que fue el de mayor duración fundado por la iniciativa privada en Venezuela durante el siglo XIX, pues llegó hasta 1917, ya bien entrado el siglo XX. De 1884 data el primer periódico vendido al pregón: El Granuja de Caracas, que costaba un centavo; en este periódico, cuyos voceadores callejeros eran niños, se destacaban con frecuencia informaciones relativas a la niñez y la adolescencia. Al retiro de Guzmán Blanco de la escena pública contribuyeron 2 periódicos satíricos fundados por jóvenes intelectuales y estudiantes que le habían perdido el miedo al gobernante. En marzo de 1885, entre los avatares de La Delpiniada, se fundaba El Delpinismo, periódico ligado a la dicha manifestación antiguzmancista y organizada por aquellos jóvenes que se negaban a aceptar el refinado protocolo y las ínfulas intelectuales que rodeaban a Guzmán Blanco. Dos años después, a comienzos de 1887, los jóvenes reunidos en el Partido Nacional Democrático, que se autocalificaba de partido de la juventud, publican El Yunque, que le hace una oposición abierta al caudillo y cuando la policía allana el taller de imprenta lo publican por breve tiempo en forma clandestina. Como para esa época ya existía comunicación telefónica entre Caracas y La Guaira (establecida por el régimen modernizador de Guzmán Blanco) los redactores de El Yunque se valían del teléfono para recibir del puerto algunas de las noticias que luego imprimían. Después del viaje definitivo a Europa de Guzmán Blanco el periódico representativo de su régimen, La Opinión Nacional, siguió circulando hasta 1892, fecha en que sus instalaciones fueron saqueadas durante los acontecimientos de la Revolución Legalista. En 1889 nace el boletín comercial más antiguo del que se tiene noticias, el Boletín de la Agencia Pumar de Caracas, primero también en introducir noticias cablegráficas que llegaban de ultramar gracias a la instalación del cable submarino, conocido como el Cable Francés, que vinculaba a Venezuela con el mundo exterior. Un año después de la aparición de este Boletín, del cual se dice que fue el boletín comercial más antiguo, nace un periódico regentado por la Iglesia católica y que perdurará, después de haber atravesado innumerables vicisitudes en su mayoría de tipo económico y también políticas, hasta nuestros días. Nos estamos refiriendo a La Religión el decano del periodismo actual. Su primer número dará a luz el 17 de julio de 1890 bajo el lema identificatorio: «La Religión. Diario católico. Bajo el patrocinio del Sacratísimo Corazón de Jesús».
Cinco notables revistas ven la luz durante las décadas de 1880 y 1890. Una de ellas, publicada en Caracas en 1886, es La Caricatura, subtitulada «Álbum cómico de Paolo», creada y dibujada por el artista Paulo Emilio Romero; se trataba de una publicación humorística basada en caricaturas. En Maracaibo, con motivo del centenario del nacimiento del general Rafael Urdaneta, Eduardo López Rivas, editor de El Fonógrafo, publica en 1888 la gran revista El Zulia Ilustrado «...creado con el objeto de dar a conocer en el resto del país y en el extranjero al Zulia con todas sus producciones y bellezas naturales y en todas sus manifestaciones de progreso...» En 1892, se funda en Caracas El Cojo Ilustrado revista, quincenal ilustrada con dibujos, grabados y fotografías, con la colaboración de hombres maduros y escritores jóvenes; otra manifestación de periodismo artístico (que llegará hasta 1915) propia de la época en que el positivismo ya afincado y el modernismo naciente son el tema preferido de los debates y enfrentamientos intelectuales. En El Cojo Ilustrado, bajo la égida de su director y fundador, Jesús María Herrera Irigoyen, colaboran en forma asidua las mentalidades y plumas más notables de su tiempo. Esta publicación, representativa del «modernismo» que se iniciaba en nuestro país a partir de la difusión de las más resaltantes ideas y posturas positivistas de la época, constituyó una extraordinaria revista de gran calidad de impresión y por lo tanto de presentación. Sus textos eran ilustrados con diversidad y cantidad de láminas nacionales y extranjeras en donde predominaban los motivos pictóricos, paisajistas y caricaturescos. Eso fue posible en el orden técnico por la introducción en Venezuela de la primera imprenta de fotograbado. Dos años más tarde, en 1894, los literatos más jóvenes del grupo de colaboradores de El Cojo Ilustrado fundan la revista Cosmópolis (que subtitulan «Revista universal») en la vanguardia de las nuevas teorías estéticas, aunque apenas aparecerán 12 números. En abril de 1893, había circulado el primer número de la Gaceta Médica de Caracas, cuyo director era el doctor Luis Razetti, acompañado por un grupo de médicos y científicos que formaban el cuerpo de redacción.
La década final del siglo XIX, con los gobiernos de Juan Pablo Rojas Paúl, Raimundo Andueza Palacio, Joaquín Crespo e Ignacio Andrade, 2 presidentes civiles y 2 militares, verá surgir, además de las 3 últimas revistas mencionadas, una cantidad considerable de periódicos políticos y doctrinarios, en un ambiente de recobrada libertad de prensa. Entre ellos, El Partido Democrático, El Partido Liberal, El Tiempo, El Pregonero, El Avisador Comercial. Este último, a pesar de su título, se lanza al debate político nacional y publica, también en 1896, un amplio comentario sobre Federico Engels con motivo de su muerte, acaecida el año anterior. Los periódicos políticos proliferan, sobre todo durante la campaña electoral de 1897, especialmente los que apoyan la candidatura presidencial de José Manuel Hernández, el popular Mocho Hernández. A lo largo de la década, 2 periódicos satíricos, El Diablo y Lucifer, dirigidos por el caricaturista español Salvador Presas, ensalzan o critican a personajes destacados como Vicente Amengual, José Antonio Velutini, José Manuel Hernández, Sebastián Casañas, Manuel Antonio Matos, Claudio Bruzual Serra. Aparte de los temas específicamente políticos, la opinión pública, a través de los comentarios de periódicos como El Tiempo y el Boletín de la Agencia Pumar, se conmueve con las noticias relativas a la lucha de los cubanos por su independencia, la muerte de José Martí, la guerra entre España y Estados Unidos y sobre todo, el reclamo hecho por Venezuela a Inglaterra para la devolución del territorio ocupado en la zona del Esequibo. Por otra parte el interés del país en atraer inversiones del extranjero se refleja en el Boletín de la Riqueza Pública de los Estados Unidos de Venezuela, que empieza a ser publicado por el Gobierno Nacional en julio de 1891 bajo la dirección de C.M. Rosales, con numerosos datos estadísticos, mapas y planos. El interés de los manufactureros y comerciantes norteamericanos en penetrar en el mercado venezolano conduce a la publicación en Caracas, en 1896, del Venezuelan Herald por Albert F. Jaurett, periódico en inglés que es una buena fuente de noticias sobre Venezuela para los inversionistas del exterior. Para ese final del siglo XIX es de obligación histórica, en el campo del periodismo nacional, apuntar que 2 fueron los medios impresos que se destacaron por el objetivo de querer configurar un verdadero periodismo informativo moderno que dejara a un lado la excesiva opinión política y doctrinaria y se centrara en la información propiamente dicha. Nos estamos refiriendo a El Tiempo (1893-1912; fundado por Carlos Pumar) y El Pregonero (1892-1913; fundado por Odoardo León Ponte). Estos periódicos, aparte de la innovación en el estilo periodístico de la época, inauguran para finales del siglo el reemplazo del vapor por la fuerza eléctrica para poner en movimiento sus imprentas, de ahí sus altos tirajes especialmente en particular los 20.000 ejemplares de edición de El Pregonero. Durante las décadas de 1880 y 1890, la publicidad comercial (que siempre estuvo presente en mayor o menor medida en los principales periódicos, desde la Gaceta de Caracas de 1808) se convierte cada vez más en el principal sostén económico de la prensa. Con la llegada de los andinos al poder a raíz del triunfo de la Revolución Restauradora de Cipriano Castro (octubre 1899), la censura de la prensa de opinión, relativamente mesurada durante los 18 años del guzmancismo y durante los regímenes siguientes, hasta el de Ignacio Andrade, se incrementaría hasta silenciar cualquier vocero periodístico de oposición al Gobierno.
Siglo XX
El siglo XX se inicia en Venezuela con el gobierno del general Cipriano Castro que, desde octubre de 1899, regía los destinos del país. Durante este período, que se extenderá hasta 1908, cuando Castro es derrocado por Juan Vicente Gómez, la libertad de prensa será la eterna perseguida. El Constitucional (1900-1909), dirigido por Gumersindo Rivas y La Restauración Liberal (1898-1903), de C. Arias Sandoval, voceros oficiosos del Gobierno, cantan las alabanzas del régimen. Especialmente en El Constitucional nos vamos a encontrar con una «información dirigida» a formarle piso político a la figura de Cipriano Castro. Será el impreso más importante del momento no sólo por su labor propagandística, sino por el trabajo periodístico del fundador-director Gumersindo Rivas (puertorriqueño) y por la presencia de corresponsales de distintas partes del mundo. Se dice que tenía una circulación diaria de 15.000 ejemplares. ¡Era realmente la prensa del momento! Con La Sacrada, promovida por La Linterna Mágica de Maximiliano Lores y Luis Muñoz Tébar, primer periódico en Venezuela que introduce ilustraciones a color, toma cuerpo una rebelión callada del pueblo que, como en La Delpiniada, puso de manifiesto a través del humor, los defectos del régimen, así como las ínfulas del gobernante; La Sacrada culminó en los carnavales de 1901. Lores y Muñoz Tébar fueron enviados presos a La Rotunda y La Linterna Mágica fue clausurada; reapareció en 1902 y circuló hasta 1903. En el interior, los diarios se esforzaron por darle dignidad al periodismo. En 1904, Pedro Francisco Carmona funda en Carora El Impulso, que será trasladado a Barquisimeto en 1919, a Caracas en 1929 y, de nuevo ese mismo año, a Barquisimeto donde se editará hasta hoy; en Ciudad Bolívar, Agustín Suegart funda, en 1905, El Luchador, primer periódico del interior que adquiere, en 1911, un linotipo. Ambos diarios son «de intereses generales» y logran sobrevivir sin caer en la prosa alabanciosa de los medios oficiales castristas. A la caída de Castro los talleres de la imprenta donde se publica El Constitucional son saqueados, y Gumersindo Rivas huye de Venezuela hacia su isla natal, Puerto Rico.
En los comienzos del gobierno del general Juan Vicente Gómez un grupo de jóvenes intelectuales creen propicio el momento para plantear a través de la prensa un movimiento de reforma ética y social. Son Rómulo Gallegos, Enrique Soublette, Julio Planchart, Julio Horacio Rosales, y Salustio González Rincones, quienes fundan en 1909 La Alborada, que durará apenas unos meses. Durante los 27 años del régimen gomecista, la dinámica económica y sociocultural del país (explotación petrolera, comienzos del proceso de urbanización e industrialización, introducción de nueva tecnología en los medios de comunicación social) induce cambios que le darán al periodismo su perfil ya moderno cuando se acerque el fin de este período. A pesar de la férrea censura de información impuesta por el Gobierno; del limitado número de lectores, que influía en el pequeño tiraje de los periódicos; de las escasas formas de distribución, que comprendían el pregón, las suscripciones y unos pocos puestos de ventas o quioscos; de que los anuncios comerciales llegaban apenas a aportar el 40 o 50% de las ganancias, los adelantos no se hicieron esperar. Llegaban noticias frescas de Europa y Norteamérica por vía del cable submarino cuyo servicio fue reanudado en 1909. Pizarras colocadas al frente de los edificios de los periódicos llamaban la atención sobre los titulares más importantes y convidaban al público a comprar los diarios para enterarse de los detalles. Algunos periódicos contrataron agencias internacionales de noticias que los ponían al día en cuanto al acontecer mundial y se empezaron a mostrar fotografías de los personajes que protagonizaban las acciones reseñadas. Dentro de la prensa permitida en el período gomecista fueron 2 las actitudes más difundidas: los periódicos que estaban a favor del régimen solían publicar todos los panegíricos que se componían especialmente y las noticias oficiales, que a veces no pasaban de ser una mera crónica social. Tales son los casos de El Universal fundado en 1909, de El Nuevo Diario (1913-1935), La Esfera (1927-1966). Para los que no se comprometían abiertamente, pero que tampoco expresaban algún descontento, quedaba el recurso de unir a la detallada crónica social, las frivolidades de la moda, crónicas de música, de artistas y de eventos populares o deportivos que lograban romper por momentos, la monotonía imperante. El periodismo de la provincia ganó en esta época representantes como Recortes (San Felipe, 1909-1913), Panorama (Maracaibo, 1914), El Diario de Carora (Carora, 1919-1995) y El Carabobeño (Valencia, 1933). Otras publicaciones caraqueñas como El Sol (1921-1933) y La Voz del Pueblo (1933), completan el cuadro de los diarios en este período. En cuanto a las revistas, prevalecía en ellas la tónica cultural y científica. Fueron, entre otras: La Alborada, ya mencionada, Acta Venezolana; Actualidades (1917-1922); Cultura Venezolana (1918-1931 y 1934); Billiken (1919-1958); Élite que iniciada en 1925 sigue publicándose, y Válvula (1928), de la cual salió sólo un número. La prensa de oposición podía asumir su decisión de maneras muy diversas. Algunos periódicos prefirieron ignorar la información procedente de las fuentes del Gobierno en una callada protesta, como lo hizo El Heraldo, fundado en 1922 por Antonio José Calcaño Herrera, que resistió toda clase de presiones. Otros periódicos se atrevieron a presentar una alternativa como El Pregonero, desde cuyas columnas Rafael Arévalo González lanzó, en 1913, la candidatura presidencial de Félix Montes yendo inmediatamente a la cárcel y siendo clausurado el periódico. La protesta directa, a través del humor o de las más incisivas observaciones, la hizo Andrés Eloy Blanco en El Imparcial (1928), periódico perseguido continuamente, ejemplo también de cómo puede burlarse la vigilancia y la censura. Los periódicos humorísticos como Pitorreos (1918) de Francisco Pimentel (Job Pim); Fantoches (1923-1933; 1936-1948 y 1959-1961) de Leoncio Martínez; la revista Caricaturas (1926-1927) de Alfa y Romero y muchos otros aparecidos en toda la república, hacían la crónica diaria de los cambios sociales que se suscitaban en el panorama, constituyéndose, a veces en amarga crítica, o en una desesperada denuncia, que concluía muchas veces en la cárcel. En el exterior, proliferaba la prensa de oposición que delataba el duro momento que vivía Venezuela, a pesar de que su voz no podía escucharse dentro del país.
A la muerte de Gómez (diciembre 1935) se encargó de la presidencia el general Eleazar López Contreras, cuya gestión se caracterizó por la decidida intención de despojar a Venezuela del ruralismo en el que todavía estaba envuelta, aunque historiadores como Pino Iturrieta han llamado a esta etapa de López Contreras «el gomecismo sin Gómez». A pesar de ello, se empieza a cultivar un terreno propicio para el surgimiento de «otras voces» en el ámbito del periodismo. El pueblo, ansioso de libertad y garantías, harto del sometimiento que había sufrido por tantos años, se lanza sobre las oficinas de aquellos periódicos laudatorios del recién finalizado régimen, destruyendo totalmente los talleres de El Nuevo Diario; El Universal, por su parte, sobrevivió gracias al gesto de su director, Pedro Sotillo, quien arrojó desde el balcón de las oficinas del periódico un busto del mandatario fallecido, logrando así calmar a la multitud, y Leoncio Martínez logra salvar La Esfera, conteniendo y arengando a las masas. La primera de las libertades restituidas fue la de prensa y a partir de ese momento, surgieron toda clase de periódicos, revistas, folletos, hojas volantes. Casi inmediatamente nació en Caracas el diario Ahora (1936-1945), fundado por Juan de Guruceaga, que tuvo por directores, a Carlos Eduardo Frías, Nelson Himiob, Luis Álvarez Marcano y Luis Barrios Cruz. En ese diario colaboró asiduamente desde la clandestinidad Rómulo Betancourt. El mismo año de 1936 nació Crítica, uno de los primeros diarios en lanzar reporteros a la calle e iniciar el periodismo informativo, el cual se mantuvo hasta 1945. Cabe mencionar también, durante ese período, la existencia del diario clandestino El Martillo, vocero del Partido Comunista (1938-1941). En ese mismo año de 1938 nace la revista Sic que en un principio fue el órgano del Seminario Diocesano, y que a partir de 1967 pasa a ser el vocero del pensamiento político y social, dentro del ámbito de la llamada «teología de la liberación», del Centro Gumilla. Isaías Medina Angarita, sucesor de López Contreras, hizo un gobierno respetuoso de las libertades públicas y del derecho de opinión. Los partidos desplegaron su influjo sobre las masas y volvió a aparecer la prensa de opinión. Surgen en Caracas nuevos periódicos, como Últimas Noticias (1941) con su función de tabloide popular; El Tiempo (1941-1945); el semanario satírico El Morrocoy Azul (1941-1958) y El Nacional (1943) que habría de convertirse en un diario de amplia circulación en toda Venezuela, portavoz no sólo del acontecer noticioso, sino también en el orden cultural, de destacados escritores del país y del continente. En esta época los partidos políticos tuvieron sus propios voceros periodísticos. Acción Democrática contó con Acción Democrática (1942-1944) y El País (1944-1948); el Partido Comunista se expresó a través de Aquí Está (1942-1946), dirigido por Ernesto Silva Tellería. También hizo oposición el diario Rojo y Negro (1943-1944), dirigido por Luis Barrios Cruz.
El gobierno de Medina Angarita fue derrocado por un golpe militar en alianza con el partido Acción Democrática y después de convocar a elecciones, resultó electo presidente de la República Rómulo Gallegos, cuyo mandato duró unos escasos 9 meses. Para este período el partido social-cristiano COPEI tenía ya 2 órganos de expresión: Copei (1946-1948), dirigido por Luis Herrera Campins, y El Gráfico (1947-1951), dirigido por Miguel Ángel Landáez. Dentro de toda esa efervescencia política de querer fijar opinión pública en torno a unas ideas unos, y otros a otras de signo político contrario y en donde se demuestra, una vez más, que nuestro periodismo se ligaba a la historia del país como dijo Arturo Uslar Pietri: «En el caso de Venezuela la prensa y la política, que es tanto como decir la prensa y la historia, han estado indisolublemente unidos. La historia de Venezuela, no sólo se escribió sino que, en gran parte, se ha hecho en los periódicos. Será en ese ambiente donde aparezca en el país una prensa escrita en otra lengua; como el actual The Daily Journal (24 de octubre de 1945), que primero se llamó The Caracas Journal. Dos años después nos topamos con Il Corriero di Caracas en idioma italiano y en 1950 La Voce d'Italia. En noviembre de 1948, otro golpe de cuartel derrocó al gobierno de Rómulo Gallegos. Formaban la nueva Junta Militar los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud, que la presidía; Luis Felipe Llovera Páez, ministro de Relaciones Interiores y Marcos Pérez Jiménez, ministro de la Defensa. A partir de ese momento, y sobre todo después del asesinato de Delgado Chalbaud (1950), la censura fue definitiva. Todos los periódicos políticos, de cualquier tendencia que tuviesen, fueron clausurados, incluyendo la revista Signo (1951-1952), dirigida por Alfredo Tarre Murzi y Ramón J. Velásquez. Posteriormente, la prensa reflejaría 3 tendencias: oficial, independiente y clandestina. El vocero oficial del Gobierno perezjimenista fue El Heraldo, cuyas instalaciones fueron compradas por el Estado y convertidas en instrumento de publicidad del régimen; se caracterizó por la exclusiva propaganda a favor de éste y la agresión contra los que consideró enemigos del mismo, especialmente a los partidos políticos. Otros órganos periodísticos mantuvieron una posición de convivencia con el Gobierno. Los periódicos independientes fueron sometidos a la más estricta censura; desde el Ministerio de Relaciones Interiores, se trató de imponerles editoriales; algunos lograron resistir omitiéndolos y limitándose a dar información sin comentarios. Algunos expresaban su protesta colocando esas informaciones, catalogadas por el Gobierno de importantes, a la par de las trivialidades de la moda o la crónica social. Tanto en Venezuela como en el exterior, hubo una insistente persecución de los periodistas que se salieran de los límites establecidos por el Gobierno. La prensa clandestina llevó a cabo una eficaz protesta contra el régimen bajo los nombres de Ofensiva, Resistencia, Venezuela Democrática, Tribuna Popular, Joven Guardia, Rebelión, Libertad, Estrella Roja, Tiela y muchos más, publicados unos en Venezuela y otros en el exterior. Los estudiantes liceístas se abocaron a la distribución de volantes contra el régimen. Quizás debido al fracaso económico de algunos periódicos en este período, es por lo que, en el mismo, se inicia un proceso de concentración de la prensa que culminaría en las décadas siguientes.
A raíz de la caída de Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, hubo de nuevo libertad de prensa y proliferaron los diarios y revistas. El primer diario surgido después del 23 de enero fue el vespertino El Mundo, que al principio fue un orientador de la opinión pública, dirigido por Ramón J. Velásquez y posteriormente, por Domingo Alberto Rangel. Luego aparecieron El Independiente y La Razón, de tendencia derechista y de efímera existencia, así como el vespertino El Pregón, que tampoco sobrevivió a estos primeros momentos. Una vez que Rómulo Betancourt llegó a la presidencia de la República (1959), a pesar de que las garantías no habían sido suspendidas, se decomisaron y cerraron los periódicos de izquierda; y como sólo los partidos de la coalición gubernamental tenían acceso a la radio y televisión, la oposición tuvo dificultades para expresarse abiertamente. En 1960, se fundó Izquierda, tabloide del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que alcanzó, a pocos meses de fundado, tirajes de 60.000 ejemplares; fue dirigido por Domingo Alberto Rangel. Una vez promulgada la Constitución de 1961, que rige en la actualidad, se instituyó el principio de la libertad de prensa. Es en la década de 1960 cuando se redefinen los campos de política e ideología en los medios impresos y finaliza el proceso de concentración que se había iniciado en la década anterior, por lo que ésta viene a ser la gran época de las cadenas periodísticas y del manejo de la opinión de los periódicos por parte de las empresas económicas que los poseen. Se da inicio a un gran despliegue de periódicos, tanto en Caracas como en el interior. La investigación llevada a cabo por el profesor y periodista Eleazar Díaz Rangel (La prensa venezolana en el siglo XX) nos señala que «entre 1922 y 1957 aparecieron 79 diarios en el interior, pero sólo ocho (el 10%) subsistieron, en cambio, en el mismo lapso de los 40 años siguientes (1953-1993) aparecieron 95, de los cuales 68 (71%) continúan editándose. Razones políticas y sobre todo económicas lo explican. Su circulación ha aumentado de manera significativa, y en casi todas las ciudades ejercen una influencia en la formación de la opinión pública más determinante que la de los diarios llegados de Caracas». La misma fuente nos refiere que en 1946 había 14 diarios regionales (de provincia) frente a 8 de circulación nacional (denominados «diarios nacionales» por su cobertura); en 1966 contábamos con 21 diarios regionales y sólo 7 nacionales; en 1976 la cifra aumentaba a 51 regionales y 11 nacionales y; en 1986 existían 61 diarios regionales y 9 nacionales. En algunos de ellos florece el sensacionalismo y otros manipulan la información, violando, a veces, los recatos que el secreto sumarial y los principios éticos imponen. Por otra parte, los sucesivos gobiernos de los períodos presidenciales regidos por la Constitución de 1961 intentan, de vez en cuando, ejercer presiones más o menos directas sobre los medios y sobre periodistas, y se ha dado también el caso de presiones emanadas de los sectores de anunciantes. Se organizan los gremios profesionales como el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) y el Sindicato Nacional de Trabajadores de Prensa (SNTP), así como los organismos de carácter patronal (Bloque de Prensa). Los nuevos cambios tecnológicos, especialmente la informática, tienen una gran incidencia en todo el proceso de elaboración de los periódicos. La prensa impresa ha de competir en las áreas de la publicidad y de la información con los medios radioeléctricos (radio y televisión) y en menor escala, con los avisos publicitarios de los cines; pero se dan casos en los cuales una misma empresa posee periódicos y canales de televisión. Aun cuando los voceros exclusivos de partidos políticos han desaparecido gradualmente hasta fallecer totalmente. Hoy día las distintas corrientes ideológicas tienen habitualmente acceso a las páginas de opinión, en las cuales suelen colaborar regularmente intelectuales y columnistas independientes. O.S.C./M.BI.
En estos momentos, historia reciente y actual, estamos en presencia de una verdadera industria cuyo objeto de venta, comercialización y circulación-consumo es el periódico diario y la diversidad de revistas-publicaciones que sobre variadas temáticas dentro del llamado campo del periodismo especializado se nos ofrece en el mercado. Es decir, ya contamos con una verdadera «industria cultural» cuyo soporte de difusión de mensajes es el papel periódico por ahora, al lado de las otras industrias culturales.
La otrora empresa de tener un periódico como órgano de divulgación de las ideas políticas y de las posiciones ideológicas, ha dado paso a la configuración de una industria de prensa, en donde en algunos casos hay vinculación con sectores transnacionales de ultramar y del mismo ramo o distinto. Ha irrumpido también lo que hoy se conoce con el nombre de la «empresa multimediática», es decir la presencia de varios renglones comunicacionales concentrados en una sola propiedad. Al igual que la inclusión de otros sectores de la economía que en nada tienen que ver con la industria comunicacional impresa. Así pues, las industrias culturales, y en este caso la «industria del periodismo», se rige en principio por las mismas leyes del resto de las industrias, son las leyes del mercado aplicadas a un «producto intangible» como lo es la información-mensaje. Dentro de este parámetro de referencia moderna en este mundo que han denominado «mercado-mundo», la presencia de la mayor parte de las publicaciones periódicas en Venezuela se concentran en 2 bloques. Uno primero que se caracteriza por la presencia desde hace ya bastante tiempo de 2 grupos: La Cadena Capriles y el Bloque de Armas, grupos que han ido aumentando su caudal de publicaciones en los últimos años a raíz de la compra de diarios, revistas y otras publicaciones que por razones económicas entraron en crisis. La Cadena Capriles (1959), dueña de los diarios Últimas Noticias, El Mundo y Crítica de Maracaibo, también edita las revistas Élite, Páginas, Venezuela Gráfica, Kena, Hipódromo, Deportes... Por su parte, El Bloque de Armas (1970), que funda el primer diario a color del país, 2001, cuenta con el único diario deportivo, Meridiano y su poder como industria de prensa se concentra en la publicación de revistas tales como Bohemia, Momento, Ideas, Coqueta, Venezuela Farándula, Fascinación, The Ring, Vanidades... Además tiene nexos con la gran cadena o Grupo Hearst de Estados Unidos y desde ahí, con la propiedad de la Editora América con sede en Estados Unidos, se encarga de publicar en español y distribuir para toda la América Latina las revistas Cosmopolitan, Mecánica Popular y Buen Hogar, entre las más conocidas.
El otro bloque de la industria periodística del país está conformado por las publicaciones de periódicos que pertenecen a sectores de la economía cuyo renglón básico y significativo que los caracteriza como empresa no es el de tener presencia visible en cuanto a propiedad dentro de la industria cultural periodística, sino más bien en otros sectores como el financiero, el industrial o el comunicacional-masivo-audiovisual. Así está el caso de un periódico como El Globo (1990) del Grupo del Banco Federal. Los casos de Economía Hoy (1989), del desaparecido Banco de la Construcción, Reporte (1988), de varios grupos bancarios intervenidos y de El Diario de Caracas (que dejó de salir el 10 de julio de 1995) del Grupo 1 BC (propietarios de Radio Caracas Radio, Radio Caracas Televisión y Sonográfica entre las empresas comunicacionales más conocidas del grupo). Este periódico, que fuera fundado en 1979, apareció con una diagramación moderna y vistosa, un formato cómodo para el lector, revivió los editoriales, se caracterizó en sus inicios por la foto desplegada en primera plana editorializando y la reelaboración de los cables de noticias internacionales. En medio de esos 2 sectores o bloques hay que ubicar aquella industria periodística que proviniendo de un grupo eminentemente familiar como fueron en Caracas El Nacional y El Universal, aún con las variantes que introduce el mercado y la gerencia moderna, siguen directrices de rango tradicional. Eso no implica que ellos no se hayan modernizado como industria y que no hayan pensado en entrar en otros negocios del mercado comunicacional como puede ser el de las telecomunicaciones y telemática que tantas oportunidades ofrecen.
En cuanto a la industria periodística regional, las variables de concentración son semejantes a las señaladas antes. Igualmente, se ha operado una modernización de la empresa con la introducción del equipo de impresión más avanzado y la presencia en las salas de redacción de la informática sustituyendo a las viejas máquinas de escribir. Los procesos de descentralización que se han dado en los últimos años y el desarrollo económico regional ha impulsado la presencia de una industria del periodismo en las distintas regiones del país, moderna, influyente y requerida cada vez más por grupos económicos tanto del centro como del interior. El auge de esta prensa dio lugar a que en enero de 1987 se creara la Cámara de la Prensa Regional (CAVEPRE) que para 1994 ya agrupaba a 62 diarios y sus afiliados contaban con Bs. 900.000.000 en equipos e insumos.
Las cosas están cambiando y seguirán cambiando. Ahora no nos encontramos con los actores tradicionalmente conocidos como empresarios de medios. Aquella idea romántica del periodismo y de fundar un periódico se hace imposible. Se requieren grandes capitales para estar al tanto de los avances tecnológicos y poder llegar al público consumidor como ahora se le dice al lector. El periodismo ya no es sólo periodismo como arte de informar a la gente, ahora es la industria periodística, ligada a veces a otros medios y negocios, la que evoluciona hasta convertirse en multimedia. M.Bi.
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